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Y exponía su plan con entusiasmo. Una partía, y agarramos a un richachón de allá y lo secuestramos; le peímos a la familia unos cuantos millones, con la amenasa de que le vamos a cortá las orejas; nos dan los millones, nos los repartimos como güenos hermanos, y antes de seis meses estamos de güerta y ricos. Una partía que tendría mucho que ver. Usté, don Isidro, sería er capitán.

Este era el supremo toque de la voluptuosidad, al parecer, porque al llegar aquí los barbianes de la reunión quisieron volverse locos. ¡Viva tu sangre, chiquilla! exclamó el Naranjero . ¡Vivan las mujeres castisas! Al estante nos vamos a beber una cañita, ¿verdá, prenda?... ¡Viva tu mare, que tengo para ti en er borsiyo un biyete de la lotería pasá!

Primo se rascó la oreja, rasgueó distraídamente la guitarra después, y, por último, dijo mirándome francamente a la cara: Yo que usté, cabayero, tomaría el olivo en er primer tren de la mañana. ¡Pchs! silbé yo, alzando los brazos con desdén. El guitarrista me dirigió una mirada donde creí ver mezcladas la lástima y la admiración. La animación, en tanto, iba creciendo entre los barbianes.

Potaje, que estaba ya borracho, asentía con entusiasmo a todo lo dicho por el Plumitas. No entendía bien sus palabras, pero al través de la neblina opaca de su embriaguez creía distinguir un resplandor de suprema sabiduría. Esa es la verdá, camará. Palo a too er mundo. Sigue, que estás mu güeno.

Cuando llegó el momento de matar su segundo toro, estos pensamientos le infundieron un tranquilo valor. ¡Con él no acababa ningún animal! Haría cuanto pudiese para no ponerse al alcance de sus cuernos. Al ir hacia la fiera tuvo el mismo gesto arrogante de sus grandes tardes: «¡Fuera too er mundoLa muchedumbre se agitó con un murmullo de satisfacción.

No era una pelandusca; es la sobrina der marqués, una partidaria del maestro, y los toreros ya sabe usté que han de estar bien con la gente que puede. Hay que vivir der público. ¿Qué mal hay en esto?... Aluego, en er cortijo, ¡na! Se lo juro a usté por los míos: ¡na! ¡Güeno soy yo pa aguantar ese mochuelo, aunque me lo mandase mi mataor!

Pero el gitano pasaba rápidamente de la risa a la melancolía, con la incoherencia vivaracha de su alma de pájaro. ¡Ay, si viviese su pare, que había sido un águila, comparado con este hermano que tenía tanta fortuna!... ¿Murió tu padre? preguntó Salvatierra. , señó: fartaba uno en el campo santo, y como era bueno, le yamó er cuervo que está allí.

Un servidor, en los veinticuatro años que yevo con mi Teresa, no la he fartao ni con er pensamiento, y eso que soy torero y tuve mis buenos días, y más de una moza me puso los ojos tiernos. Gallardo acabó riéndose del banderillero. Hablaba como un padre prior. ¿Y era él quien quería comerse crudos a los frailes? Nacional, no seas bruto.

Yo estoy en toas partes. Después habló de las ocasiones en que había visto al espada camino del cortijo, unas veces acompañado, otras solo, pasando junto a él en la carretera sin reparar en su persona, como si fuese un misero gañán montado en su jaca para llevar un aviso a cualquier choza cercana. Cuando usté vino de Seviya a comprá los dos molinos que tié abajo, le encontré en er camino.

Con eya en la mano, hay mu poco que tengan tan güena sombra... Lo que le tiene er Gordo, e que sabe demasiao er terreno que pisa... y cuando se sabe mucho... vamo... ya me entiende usté, D. Enriquito. Ozté perdone, zeñó José dijo a esta sazón Merluza.