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Juan, no te quejarás de Madrí dijo el Nacional .Te has hecho con el público. Pero Gallardo, como si no le oyese y deseara exteriorizar los pensamientos que le preocupaban, contestó: Me da er corasón que esta tarde va a haber argo. Al llegar a la Cibeles se detuvo el coche. Venía un gran entierro por el Prado, camino de la Castellana, cortando la avalancha de carruajes de la calle de Alcalá.

Quise mostrar mis conocimientos en materia de tañedores de guitarra, y le dije que había oído hablar con gran elogio de uno llamado el Niño de Lucena. Bien está. Paco de Lusena conosía er instrumento como denguno; pero tocaba solo palante, ¿sabuté?

Al ir a tomar el vaso, Plumitas se vio embarazado por la carabina, que conservaba entre las rodillas. Eja eso, hombre dijo el picador . ¿Es que guardas er chisme hasta cuando vas de visita? El bandido se puso serio. Bien estaba así: era su costumbre. El rifle le acompañaba siempre, hasta cuando dormía.

Un nuevo personaje se mezcló en esta escena violenta. Era el señor Antonio el Morenito, apiadado de los lamentos de aquellas gentes y furioso de la dureza de los alemanes. ¡Por vía e Dió! Esto es pior que la Inquisisión... Y esto quien lo arregla e un servior, aunque er buque se vaya a pique.

Cuando, a la puerta de un hotel, alguna viajera ávida de «color local» hablaba con los pequeños toreros, admirando sus coletas y el relato de sus heridas, para acabar dándoles dinero, Chiripa decía con tono sentimental: No le usté a ese, que tié mare, y yo estoy solito en er mundo. ¡El que tié mare no sabe lo que tiene!

Pase adelante, Pare Santo... Entre su mersé, bigotillo de gobernaor... ¡Qué honra pa nosotras el verle!... Aquí estamos haciéndole compañía a este pimpollo de Abril, que lleva en su tripa bonita una churumbela como er mesmo Niño Dios.

La Carbonera, sentada también, olvidada del descalabro, inició allá en las profundidades de la garganta un canto que tenía mucho de salmodia: Con sentimiento profundo voy a nombrá un torero que en er mundo no tuvo rivaliá. Por su arte y su bravura era el rey de los torero, por su elegante figura se paesía ar Chiclanero. La voz era ronca, aguardentosa, desagradable; el sonete, lúgubre.

1 Y aconteció en aquel tiempo, que Judá descendió con sus hermanos, y se fue a un varón adulamita, que se llamaba Hira. 3 la cual concibió, y dio a luz un hijo; y llamó su nombre Er. 4 Y concibió otra vez, y dio a luz un hijo, y llamó su nombre Onán. Y estaba en Quezib cuando lo dio a luz. 6 Y Judá tomó mujer para su primogénito Er, la cual se llamaba Tamar.

El talabartero, olvidando su enfado con el espada, admiraba a éste, más que por sus éxitos toreros, por sus valiosas relaciones de amistad. Tenía puesto el ojo hacía tiempo a cierto empleo, y no dudaba de conseguirlo ahora que su cuñado era amigo de lo mejor de Sevilla. Enséñales la sortija. Mia, Encarnación, qué regalito. ¡Ni er propio Roger de Flor!

Er Niño de Morón tocaba mejor... a lo que se pide... ¡Se entiende!... Nosotros no semos de teatro; allí to va pa lante... Tocamos pa que lo oiga la gente, ¿etá uté?, y pa que lo baile si quiere. Yo copié de Paco de Mairena, un tío que hasía bailar las mesas. Cuando agarraba la guitarra paesía que se la metía en er estómago... De filadelfias, na, ¿sabuté?