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¿Quién, cielos, vió, Que cuando de mi enemigo Y mía buscando voy La sucesión que afligía Mi vaga imaginación, Tan equívocas encuentre Una y otra sucesión, Que impida el golpe del odio El escudo del amor? Mas dirás uno y otro Quién es. Eso no haré yo. Tu hijo ha de guardar al hijo De mi rey y mi señor.

Con la muerte que no hay arreglo posible... Además, ¡quién sabe!... Tal vez no te equivocas en lo que se refiere á tu mujer, y ella pueda llegar á influir en el arreglo de tu situación. Cosas más difíciles se han visto. Al salir de la biblioteca encontró Robledo á varias personas sentadas en el recibimiento y aguardando pacientemente.

El segador lo abrazó repetidas veces y se alejó lleno de júbilo. El pobre hombre se apresuró á volver pies atrás. ¿Qué manda V.? le preguntó, deseando ser útil al que había devuelto la felicidad á su familia. ¿Conoce V. á Parrón? le preguntó él mismo. No lo conozco. ¡Te equivocas! El segador se quedó estupefacto.

Aunque Isidora no iba sola, era demasiado guapa y D. José demasiado humilde para que la joven dejase de oír una y otra vez algunas fórmulas equívocas del requiebro de las calles, nacido de la mala educación y de la falta de respeto a las mujeres. «Vámonos a casa dijo Relimpio algo amostazado . Yo no me puedo contener. Soy una pólvora. no conoces mi genio. Pues bien, me estás comprometiendo.

Pero para que no se me tache de imprudente, quiero demostrarte que te equivocas mucho. CERVANTES siguió tus banderas, y te sirvió heróicamente en las aguas de Lepanto, donde su vida perdiera, si el DESTINO no le dedicase a un fin más grande. Si tiró la espada para coger la pluma, fué por la voluntad de los inmortales, y no por despreciarte, como tal vez te lo has imaginado en tu loco desvarío.

Te equivocas. A quien no es supersticioso llamáis ateo. ¡Yo ateo? No, Tirso: mi corazón ama a Dios mejor que el tuyo: mi Dios no ha menester homenaje ridículo ni dogmatismo absurdo. le adoras en templos, que aun de día necesitan luz: yo en el fondo de mi conciencia, donde me basta para verle el resplandor de la caridad que

Me parece que no te equivocas contestó el contrabandista . El pobre Yégof, desde luego, ha perdido la razón. Pero no se trata de eso ahora; Baizel, atiende a lo que te digo: vas a dedicarte a fundir balas de todos los calibres; por mi parte, voy a ponerme en camino de Suiza. Dentro de ocho días, cuando más, las municiones que faltan estarán aquí. Y ve en busca de mis botas.

PROCLO. Te equivocas. Lo que hace la filosofía es reforzar las prendas que cada uno tiene. Al tonto no le vuelve discreto, ni al discreto tonto; pero al discreto le hace discretísimo, y al tonto tontísimo. EUMORFO. Salvo el merecido respeto, te declararé entonces que propio te condenas. PROCLO. ¿De qué suerte?

Calló por unos instantes, mientras sus ojos seguían explorando el salón entre el boscaje de adornos multicolores. El viejo médico comía lentamente, preocupado con el funcionamiento de su dentadura, de una regularidad y una brillantez equívocas. El joyero, entre plato y plato, calábase los lentes para examinar a las señoras, como si inventariase el valor de sus diamantes.

Cabildo y todo el pueblo; con que dicho Señor acreditó, que si durante la expedicion dió las mas acertadas disposiciones, tanto para el abasto del ejército, como para mantener el pueblo en la mayor tranquilidad, fué tambien el primero en las demostraciones nada equívocas por el bien de su república y gloria de nuestras armas.