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«Un dia no le sobre el collado, «Ni sentado de su árbol á la sombra, «Ni en el bosque, ni arroyo sosegado, «Ni entre el brezal que la pradera alfombra. «En fúnebre ataud al otro dia «Le llevar al campo de los muertos: «Llega, y leerás en esa losa fria «El epitafio de sus huesos yertos

Apenas me desembarace de ciertos asuntos que me tienen amarrado en Madrid; más claro, apenas logre reunir algun dinero, me iré á Sevilla, mandaré hacer una losa, pasaré á la raya de Portugal, y yo mismo la colocaré en una sepultura, en nombre de todos mis hermanos. Ya tengo hecho el epitafio, el cual pertenece tambien á mis lectores; hélo aquí.

Digo de esta antorcha lo que dije del epitafio de su ilustre vecino. La inteligencia de Rousseau lo alumbrará todo, menos el lecho, en que reposa. Luego visitamos ligeramente los sepulcros del arquitecto del edificio, Soufflot, de Bougainville, del mariscal Lannes, y de siete ú ocho generales y senadores del primer imperio. Entre aquellos sepulcros vimos como escombros ó tierra removida.

Estamos en el sepulcro de Voltaire, de este gran revolucionario, de este gran invasor, de este gran rey, como le apellidaba tan admirablemente Federico de Prusia. Esto no es una tumba histórica; no es tampoco un sepulcro; no es ni una sepultura. Es un escondrijo con cuatro paredes; un cachivache con una estátua, un hoyo, una losa, y un epitafio.

Y ¡cosa rara! entre las más humildes lápidas hallamos la de una Princesa Mandalfa ó Mafalda, hija de Alonso VIII, más célebre como muerta que como viva, ó sea más famosa como estatua que como mujer, á lo menos para , que ni siquiera recordaba haber leído antes su dudoso nombre..... Hoy, empero, he vuelto á registrar la Historia, y ya, y no olvidaré nunca, lo mismo que dice el epitafio; esto es: que la tal Princesa murió «por casar», ó, hablando menos equívocamente, soltera.

El anciano, estrechando mi mano, me habló de hombre a hombre. He conocido a muchos Elsberg dijo. Y ¡suceda lo que quiera, usted se ha portado como buen Rey y como un valiente; y también como el más galante caballero de todos ellos. Sea ese mi epitafio dije, el día en que otro ocupe el trono de Ruritania. ¡Lejano esté ese día y no viva yo para verlo! exclamó Estrakenz, contraídas las facciones.

Cerca de su tumba en una pequeña lápida se lée un epitáfio que dice: Aquí yace la noble señora D.ª Leonor Bocanegra, nieta del adelantado D. Alonso Fernandez, señor de la casa de Montemayor. Habia en esta capilla fundadas doce capellanías, y era su patrono el conde de Alcaudete, de cuyo estado fué tambien fundador el famoso adelantado.

Fuele respondido: -Señor, allí esta escrito y notado el día en que Vuestra Señoría tomó posesión desta ínsula, y dice el epitafio: Hoy día, a tantos de tal mes y de tal año, tomó la posesión desta ínsula el señor don Sancho Panza, que muchos años la goce. -Y ¿a quién llaman don Sancho Panza? -preguntó Sancho.

Amaury se quedó en pie pero tuvo que apoyarse en un ciprés, sintiendo que las piernas no querían sostenerle. Cuando la tumba quedó cubierta de tierra pusieron sobre ella una gran losa de mármol blanco, que ostentaba este doble epitafio: Aquí yace Magdalena de Avrigny muerta en 10 de septiembre de 1839 a los 20 años, 8 meses y 5 días de edad.

En toda probabilidad, ellos pondrían el epitafio que subsistió hasta el derribo del edificio, á fines del siglo pasado : HIC JACET