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Esta cultura tan decantada, tan brillante, tan coqueta; esta civilizacion tan adornada, tan entrometida, tan jactanciosa, es una púrpura que cubre una llaga; es la sonrisa con que el cortesano oculta el cáncer de sus envidias y de sus odios, la flor desgraciada con que se corona la copa de un veneno.

Antes, tanto mimo que corrompía, y ahora, de súpito, tratan a este angelito peor que a una bestia. ¡Dígote que la cosa pasa de la raya! ¡No hay corazón para ver tanta maldad! Cállate, tontona, entrometida saltó Concha. ¿Quién te da vela a ti en este entierro?

Abismado en ellas estaba hacía largo rato, sentado junto al bufete, los codos sobre él y en la derecha mano apoyada la mejilla, cuando sintió cerca ruido. Alzó los ojos y vio a su lado a la entrometida Antoñona, que había penetrado como una sombra, aunque tan maciza, y que le miraba con atención y con cierta mezcla de piedad y de rabia.

Era que por aquella región de su mente se extendía el recuerdo de los candelabros empeñados y del forzoso compromiso de redimirlos antes que Bringas recobrase la vista y, con ella, el mirar vigilante, la observación entrometida, la curiosidad implacable, policiaca, ratonil.

Su familia se encargaría de levantarle una capillita al borde del camino y de ponerle cirios todas las noches. Un simple incidente; algo que se ve todos los días. Pero la policía entrometida no quiso aceptar el suceso con la misma calma que la gente, y prendió á Morales. Una venganza política dijo éste al entrar en la cárcel . Bien se ve que mandan los usurpadores. ¡Como soy colorado!...

Quiso hacerlo el ama de llaves; pero Fortunata estuvo más lista. La otra tomó su desquite, arrojando una observación de autoridad displicente a la cara de la entrometida. «Eso es, dele el cloral en vez del jarabe, y la hacemos...». «¿Pero no es esta la medicina?». Esa es, ... pero podía usted haberse equivocado. Para eso estoy yo aquí.

Quien va a ir a la cárcel es esa chilló la agresora, frenética, revertida otra vez bruscamente a las condiciones de su origen, mujer del pueblo, con toda la pasión y la grosería que el trato social había disimulado en ella . Yo no he faltado... A que me han faltado... Esa bribona me ha engañado, nos ha engañado a las dos, porque somos dos las agraviadas, dos, y usted debe saberlo... Aquella es un ángel, yo otro ángel, digo, yo no... Pero hemos tenido un hijo; el hijo de la casa, y esta es una entrometida, fea, tiñosa y sin vergüenza que me la tiene que pagar, me la tiene que pagar.

Cierto que no podía darse otro más acomodado a la manera de pensar de la consejera, y, sobre todo, por lo tocante a don Mauricio el Solemne, como ésta le llamaba; pero ¿a qué traer a colación a Pepe Guzmán? ¿Qué había visto en él Sagrario para aconsejarla a ella que no le aceptara por marido «aunque, por milagro de Dios, lo pretendiera»? Por supuesto que esta condicional la usó Sagrario teniendo en cuenta la fama de incasable que gozaba el aludido, no porque la considerara a ella indigna de aquel otro heroísmo de este Guzmán. ¿Cómo había de saber, la muy curiosa y entrometida, lo que ignoraba sobre el caso la misma interesada?

Hízose fiscalizadora, reparona, entrometida, y unas veces con dulzura, otras con aspereza que le costaba trabajo fingir, tomaba razón de todos los actos del joven, tundiéndole a preguntas: «¿A dónde vas con ese cuerpo?... ¿De dónde vienes ahora?... ¿Por qué entraste anoche a las tres de la mañana?... ¿En qué has gastado los mil reales que ayer te di?... A ver, ¿qué significa este perfume que se te ha pegado a la cara?...». Daba sus descargos el delincuente como podía, fatigando su imaginación para procurarse respuestas que tuvieran visos de lógica, aunque estos fueran como fulgor de relámpago.

Bueno que allá en tierra firme, donde las gentes son felices y gozan mucho, se ensañase la muerte... ¿Pero aquí? ¿También aquí, en el último rincón del mundo? ¿No había límite ni excepción para la gran entrometida?... Era inútil imaginarse obstáculos. Ya podía el mar embravecerse entre las cadenas de islotes y escollos que van de Ibiza a Formentera.