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Mas ahora lo que ha sucedido es, que de la extravagancia de sus sistemas han tomado motivo algunos modernos para errar en la Filosofía y en la Religion; porque si bien se mira, los sectarios del tiempo presente son una casta de Eclécticos de mala condicion, pues andan tomando de todos los modernos, y de los antiguos, que coinciden con ellos, quanto les hace al caso para hacer una junta de errores; al reves de los buenos Eclécticos, que entresacando las doctrinas de todos los Filósofos, procuran hacer una junta de verdades.

Es, pues, el caso de que los labradores ganaderos de la parte central de la provincia, cuando llega el mes de mayo, no solamente no tienen en el pajar un pelo de yerba de la recogida en el agosto anterior, sino que sus ganados han destrozado ya las mieses durante los meses de derrotas, y han recorrido las sierras bajas, y han comido escajo, picado á fuerza de ímprobos sudores, y han ido entresacando los herbalachos que crecen entre zarzas y matorrales, y hasta han roído el césped de las lindes de los camberones. ¡Calcúlese cómo viviría el ganado hasta el mes de agosto, época de la recolección y acopio de yerba para el invierno, si no tuviera más recursos que los ordinarios de casa, digámoslo así!

Esto pedía mucho tiempo para examinar los varios escritos que hay sobre ello, juntar las tradiciones de los naturales y, entresacando lo más conforme a la verdad, desechar lo que ha sido introducido por voluntad o interés de los escritores; pero, no siendo mi ánimo otro que el de instruir a usted de aquellas noticias que conceptúo pueden convenirle, o redundar en beneficio de estos naturales y aumento del real erario, me ceñiré a solo aquello que me parece conduce a este fin; y si a usted le conviniese para otros particulares algunas noticias más, podrá pedírmelas, con la seguridad de que no perdonaré fatiga ni diligencia hasta conseguir el satisfacer a usted.

El garrotillo y la escarlatina fueron entresacando aquella mies apretada, y en 1870 no quedaban ya más que nueve. Los dos primeros volaron a poco de nacidos. De tiempo en tiempo se moría uno, ya crecidito, y se aclaraban las filas. En no qué año, se murieron tres con intervalo de cuatro meses. Los que rebasaron de los diez años, se iban criando regularmente. He dicho que eran nueve.

Pasamos la vida juntos; estamos en la soledad del mar, confiados a la voluntad del Señor... ¿Conque usted también va a Buenos Aires, don Fernando?... ¡Vaya, vaya! Allá vamos todos, y quiera el Altísimo que los negocios le resulten bien, conforme a sus deseos». Hablaba el buen clérigo sin interrupción, y Ojeda iba entresacando fragmentos de su historia de estos períodos de charla confidencial.