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Y sin saber por qué, se deleitaba contemplando sus ojos de un verde claro; las mejillas moteadas de esas pecas que el sol hace surgir de la piel tostada; el pelo rubio blanquecino, con la finura flácida de la seda; la naricita de alas palpitantes cobijando una boca sombreada por el vello de un fruto sazonado, y que al entreabrirse mostraba una dentadura fuerte é igual, de blancura de leche, cuyo brillo parecía iluminar su rostro: una dentadura de pobre.

Hay ocasiones en que llueve á destajo durante dos ó tres dias consecutivos, cayendo perpendicularmente los chorros de agua sin ser desviados por el menor soplo de viento: otras veces, nubarrones colosales se cruzan en tumulto por las bóvedas etéreas, y cuando llegan á entreabrirse, torrentes de lluvia se desploman con tal ímpetu y abundancia por el espacio de algunas horas, que la tierra se ve cubierta, hasta la altura de un pié, de aguas que se derraman luego muy lentamente.

Y las tumbas sonríen en esta Naturaleza esplendorosa, difundiendo, al entreabrirse bajo la acción del calor, un ligero vaho de sebo, un tufillo de estearina líquida. Busca el coronel entre ellas, leyendo los nombres. Aquí, marqués. Señala una losa con una simple inscripción: «Mary LewisLo mismo que un pájaro, Alteza. Un amanecer la encontraron muertecita en su cama del hospital.

Era tan desgraciado al guardar su millón como se había sentido feliz al recibirlo. La señora Chermidy pareció tener piedad de él. Niño grande le dijo , no llore usted. He empezado por decirle que aceptaba. Pero tenga usted cuidado; voy a hacerle mis condiciones. El señor de La Tour de Embleuse sonrió como un moribundo que ve entreabrirse el cielo.

Doña Manuela se animaba y seguía hablando, No es que ella fuese derrochadora; había tenido su época de apuros, como él sabía muy bien, y conocía el valor de un duro. Pero había que quedar con dignidad, sostener la honra de la casa, ahora que las niñas iban siendo casaderas, y esto, ¡ay, Juanito mío! esto exigía grandes apuros y no menores sacrificios. ¿Qué le pasaba a don Juan? ¿Había parado en seco su digestión? La gozosa sonrisa desaparecía; sus ojos, entornados voluptuosamente, volvían a entreabrirse para lanzar punzantes miradas, y se agitó varias veces en la butaca, como huyendo de ocultos alfileres. ¡Todo sea por Dios!

A falta de vivacidad, sus ojos, grandes y garzos, conservaban cierta dulzura que debió ser durante la juventud grato atractivo, y aún sus labios, descoloridos por los años, solían entreabrirse como queriendo recordar sonrisas reveladoras de una dentadura antes blanca y firme, si ahora descarnada y amarilla.

La blancura de su cutis se delataba al avanzar un brazo fuera de la manga ó al entreabrirse el escote; pero esta blancura estaba borrada en el rostro por una máscara rojiza. Su belleza vigorosa arrostraba sin miedo el sol y el hálito del mar. Un triángulo escarlata cortaba la dulce curva de su pecho, marcando el escote del vestido.