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Sobre este último punto no pudo menos de decir doña Luz: Aun concediendo, que ya es harto conceder, que la política sea como V. la entiende, todavía me pasmo, Sr. D. Acisclo, de que, en virtud de los razonamientos de su sobrino de V., haya venido V. a sacar como consecuencia la resolución de ser político y de derrotar a D. Paco, poniéndose en lugar suyo.

La gran conquista evangélica, que es una de las más gloriosas que ha hecho nuestro espíritu, apenas llega a sus oídos como un rumor... es como una sospecha semejante a la que los pueblos asiáticos tienen del saber europeo, y si no me entiende usted bien, querida Florentina, más adelante se lo explicaré mejor....

Sostiene con toda seriedad el beneficiado y traductor que lo hace para moralizar el mundo, el cual andaba tan pervertido en su época como en aquella edad remota en que Dios envió el diluvio universal para castigarle. Pero la divina justicia, según lo entiende el beneficiado, no gusta de repetir, sino de variar y de inventar nuevos castigos cuando hay pecados nuevos.

Con estas reflexîones entiende, que este Ser inmenso, omnipotente, y eterno es infinitamente sabio: que piensa con infinita perfeccion sin poder errar: que tiene conocimiento de todo infinitamente superior al suyo; de donde concluye con buena razon, que este Ser supremo es espíritu puro, perfectísimo, ageno de todo lo corporeo, é imposible de hallarse en la materia.

A ese clero que condena a la tisis del hambre a dignos comerciantes, a padres de familia; a ese clero que dispersa los hogares y hunde en alcantarillas inmundas, mal llamadas celdas, a las vírgenes del Señor, y que entiende que las entrega a Jesús entregándolas a la muerte.

Jacinto abrió y no encontró nada: papeles, pero ni rastros de dinero. ¡Maldita sea mi alma! exclamó cayendo en el sofá, desesperado. Acercóse míster Robert, y con desprecio y cólera, le dijo: Esto se acabó, señor Esteven, ¿entiende usted? Voy a proceder a la liquidación de la casa, porque ni usted me conviene, ni estoy yo dispuesto a ser víctima de sus desaciertos por más tiempo. ¡Basta!

Hasta las dificultades que nos abruman al querer explicarla en , y en sus aplicaciones, dimanan de ella misma; y á todos nos confunden igualmente, porque todos concebimos de un mismo modo, lo que se entiende por infinito, tomado en general.

¡Cuentan las cosas con tantas palabras raras, y uno no las puede entender!: como cuando le dicen ahora a uno en la Exposición de París: «Tome una djirincka ¡djirincka! y vea en un momento todo lo de la Explanada»: ¡pero primero le tienen que decir a uno lo que es djirincka! Y por eso no entiende uno las cosas: porque no entiende uno las palabras en que se las dicen.

Es verdad también que Romero Alpuente no es ningún rana dijo otro de los presentes. ¿Cómo rana? exclamó, animándose, Calleja. ¡Que le sobra talento por los tejados!... Y á usted, señor Carrascosa, ¿quién le ha dicho que yo no soy competente? ¿Quién es usted para saberlo? ¿Que quién soy? ¿Y usted qué entiende de discursos? Vamos, señor don Gil, no apure usted mi paciencia.

Puedo hacer lo que guste y no tengo que dar cuenta de mis acciones... Además, cuando se tiene el corazón destrozado, hay que aturdirse, olvidar, y yo tengo derecho a todo... a todo, ¿lo entiende usted? para olvidar que he sido muy desgraciado. Le encantaban sus palabras, pero no pudo seguir. ¡Qué calor!