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Tenía una manía, sin embargo, una idea fija: el casamiento... Para , se entiende; porque él... ¡Gran Dios! decía; no espero sino que esta bendita agua se me meta en el corazón, y entonces... reviento.

Mucho pudiera argumentarse contra lo que V. dice; pero no quiero disputar, sino consultar. Quiero convenir en que la moral no es ninguna reconditez, y en que no es tan arduo cumplir con ella. Se entiende interrumpió el Padre, para todos aquellos pueblos donde la luz del Evangelio ha penetrado.

Esto no tiene vuelta de hoja, Martínez... Los ingleses devoran, los alemanes zampan, los italianos comen, los españoles se alimentan; pero sólo los franceses gozan, y ahí está el quid, Martínez: en gozar, en gozar comiendo. ¿Me entiende usted?

Aquellos ojos decían a todo el que los miraba: «Soy la expresión de esa España dormida, beatífica, que se goza en ser juguete de los sucesos y en nada se mete con tal que la dejen comer tranquila; que no anda, que nada espera y vive de la ilusión del presente mirando al cielo, con una vara florecida en la mano; que se somete a todo el que la quiero mandar, venga de donde viniere, y profesa el socialismo manso; que no entiende de ideas, ni de acción, ni de nada que no sea soñar y digerir».

Inútiles fueron mis excusas. Cuando una cosa no se entiende como es debido, es porque en ello interviene más la voluntad que el entendimiento. Por lo demás, cabe en lo posible que mi inexperiencia periodística, en vez de un buen servicio, se lo hiciera flaco.

Pues oiga usted, al mismo tiempo que se orea un poco, me va a hacer un servicio. Estoy a disposición de la señora. Se sale usted a la Ronda... tira usted para abajo, dejando a la izquierda la fábrica del gas. ¿Entiende usted?... ¿Sabe usted la estación de las Pulgas?

Hay que darle cuerda por ahí, y dejarla que mangonee todo lo que quiera. El gobierno de la casa lo ha de llevar mucho mejor que , porque es mujer que lo entiende: la traté un poco cuando vivía su marido, que era amigo y paisano mío. Por cierto que cuando se quedó viuda, dio en la flor de decir que yo le hacía el oso. ¡Tontería y fatuidad suya!... Pero en fin, es mujer de gobierno.

Ya se ve: y como usted entiende de achaques de contestaciones, y de cómo se lleva por aquí eso de polémica literaria, vengo a que me endilgue usted, sobre poco más o menos, cuatro consejos oportunos, de modo que la materia en cuestión se dilucide, se entere el público de quién tiene razón, y quede yo encima, que es el objeto. ¿Y de qué habla el artículo?

Nada nos parece más injusto. Goethe no era resuelto panteísta; pero, si en alguna obra suya se inclina al panteísmo, no es por cierto en el FAUSTO, donde más bien le contradice. Es verdad que para afirmar esto debemos dar por sentado que entendemos la segunda parte, y es opinión muy común que nadie la entiende.

Llegado á poco trecho, hacen alto, El Capitan procura de cebarles, Un poco retirándose en un alto, Por mas á su placer escopetarles. El bárbaro de seso no está falto, Que entiende ser aquesto asegurarles, Por hace parar sus escuadrones, Y dice con gran grita estas razones.