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Luego, cuando quisieron que hiciese lo mismo delante de la comunidad, se negó a ello. La misma hermana Desirée intervino para que no se la violentase ni castigase. Desde este suceso parece que la miraba con mejores ojos o, al menos, no la reprendía tanto como antes. Gloria había advertido que alguna que otra vez, muy rara, la hermana se enternecía.

Bonis estaba pálido, se le atragantaban las palabras, hacía pucheros, y su emoción, de apariencia ridícula, no les pareció tal por algunos momentos a los presentes, que sin gritar ni moverse siquiera, escuchaban al pobre hombre con interés, serios, pasmados de oír a un infeliz, a un botarate, algo que les llegaba muy adentro, que les halagaba y enternecía.

Por un instante, su fatuidad se rebeló de lo poco que lo sentían. Sin embargo, pronto volvió a sus sentimientos prácticos y agradeció a María Teresa el haber sabido comprender sus intenciones. ¡Qué inteligente, fina, llena de tacto y espiritual era aquella María Teresa! Lástima grande perderla. Pero consideró que se enternecía inútilmente.

Prefería las más veces recrear el espíritu contemplando lo pasado en lo más remoto del recuerdo; su niñez le enternecía, su juventud le disgustaba como el recuerdo de una mujer que fue muy querida, que nos hizo cometer mil locuras y que hoy nos parece digna de olvido y desprecio.

Pensará usted que mi padre es un grandísimo figurón, que todo aquello era fingido, teatral y a propósito para reír, a pesar de la presencia del difunto. Que sea para reír, no lo niego; pero también para llorar. Mi padre ha tenido siempre una sensibilidad excesiva. Cualquiera cosa le agitaba. Se enternecía por fútiles motivos hasta las lágrimas. Todo lo tomaba a pecho.

Describía minuciosamente la primera bandera tomada al enemigo, como si fuese un traje de elegancia inédita. Ella la había visto en una ventana del Ministerio de la Guerra. Se enternecía al repetir los relatos de unos fugitivos belgas llegados á su hospital. Eran los únicos enfermos que había podido asistir hasta entonces.

Detrás, como un cortejo de honor, marchaban todos sus parientes y empleados, con el gesto compungido. Luis era el que se mostraba más grave. El se reía de todo, menos de las cosas de la religión, y esta ceremonia le enternecía por su carácter extraordinario.

Sus lentes escrutadores parecían registrar el alma de Ferragut, como si dudasen de su fidelidad. Luego se enternecía en el curso de estos banquetes, compuestos de fiambres á uso alemán, con gran abundancia de bebidas. El amor era para ella lo más hermoso de la existencia, y no podía ver á los dos enamorados sin que un vaho de emoción empañase los cristales de sus segundos ojos.

Pio, feliz, triunfador, dirigía de vez en cuando al concurso vagas miradas de piedad y condescendencia. Y cuando sus ojos tropezaban con la faz rentística de Calderón, se enternecía visiblemente y le costaba ya trabajo no llamarle papá. A medida que el almuerzo avanzaba, la tierra pesaba menos sobre ellos. Los ricos vinos enardecían su sangre, la charla los animaba.

Por impulso propio no había entrado jamás en una librería a comprar alguna. No sólo era aficionado a leerlas, sino lo que aun es más raro, se enternecía notablemente con ellas. Porque guardaba en su pecho un gran fondo de sensibilidad. Era una flaqueza de su organismo, lo mismo que el asma y el reuma. Las desgracias del prójimo, la miseria, le compadecían extremadamente.