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Algo que llevaba yo bien a la vista en mi actitud, y, sobre todo, en mi cara, debió de darla a entender hacia qué lado me inclinaba en el asunto que tanto me había recomendado ella, porque no insistió en la pregunta y se despidió de muy afectuosa.

El rumor de la gente y el son de los instrumentos era tan grande, que no se dejaba entender lo que mandaba el capitán del mar, que en otra pintada barca venía.

Algo hay, en efecto respondí ; pero no lo bastante, a mi entender y añadí, dejándome llevar demasiado de mis instintos un tanto prosaicos : porque todo ello es, al cabo, mera poesía.

No es de poca consideracion el empeño con que las Santas Escrituras condenan la idolatría, y enseñan á reconocer y adorar un solo Dios, para entender que así como el culto de muchos Dioses nació de la ignorancia y malicia de los hombres, el conocimiento y adoracion de un solo Dios verdadero, Hacedor de todas las cosas, viene del Cielo. Ley Natur.

Y la viuda, al llegar a esta conclusión, le miraba fijamente, dándole a entender que en él estaba la solución. Hay que buscar el dinero, mamá. Podía usted hablar coa doña Clara, esa amiga que, según dice el tío, es la arregladora de todos estos enredos. ¡Doña Clara...! ¡valiente apunte! Hijo mío, , como eres tan buenazo, no conoces a las personas.

A veces las personas se hablan años y años y creen conocerse, hasta que un día, de pronto, se conocen en realidad y se ven muy distintas de como se habían imaginado. Yo, después de lo que acabo de oir... No dijo más, pero su silencio y sus ojos dieron á entender la emoción que habían producido en él las palabras de Elena...

El campo quedaba ya del todo en todo despejado, según entender del soldado y del muchacho de la hopa; pero aquél, alzando los ojos, vió que tenía ante a otra tercera persona extraña, que sin duda había ocupado lugar al concluir el asalto del perro, y el saco de los paseantes.

No quiero decir que esta gran ciudad es un payaso, no. De ser payaso, habría que confesar que era un payaso muy magnífico. Me he valido del símil anterior, como pude haberme valido de otro cualquiera, para dar á entender el misterio con que Paris domina al mundo.

Pasó una mano por la frente; se tomó el pulso, y después se puso los dedos de ambas manos delante de los ojos. Era aquella su manera de experimentar si se le iba o no la vista. Quedó tranquila. No era nada. Lo mejor sería no pensar en ello. «¡Confesión general!». , esto había dado a entender aquel señor sacerdote. Aquel libro no servía para tanto. Mejor era acostarse.

Nunca se le dio a entender que en su pequeñez fenomenal llevaba en el germen de todos los sentimientos nobles y delicados, y que aquellos menudos brotes podían ser flores hermosísimas y lozanas, sin más cultivo que una simple mirada de vez en cuando.