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Hablaba, y repercutía el sonido de su voz, como si dieran con un martillo sobre un caldero, ¡dam, dam, dam! y la vibración ensordecía. No grites tanto, Angelita suplicó misia Gregoria, sin abrir los ojos. Ella, no hizo caso y saltó de repente: Dime, mamá, ¿es cierto eso que le has dicho a la de Eneene, que nos vamos al Frigal? ¡En junio! sería ridículo.

La Memoria escrita por Federico sobre no qué, pasó desde la tribuna a la prensa, apareció en una Revista; el niño se creció; inscribiose en un círculo más nombrado; hízose oír; le aplaudieron. Primero hablaba y luego gritaba. Ensordecía los pasillos. Llegó a envanecerse con su facilidad de palabra, y a creerse un Moret, un Gabriel Rodríguez.

Así permaneció inmóvil, con los ojos desmesuradamente abiertos en la oscuridad, sin sentir el frío que le penetraba hasta los huesos ni el agua de los chubascos que le bañaba a intervalos la cabeza, no pudiendo determinar si el rumor que le ensordecía y le mareaba era realmente el de las olas o sonaba tan sólo en su cerebro.

Cuando visitamos á Colonia la catedral estaba colmada de materiales de construccion, y el martillo del obrero ensordecia con sus ecos las inmensas naves del templo.

Cuando bajaba de contemplar los mil objetos de arte que encierran los diferentes museos, una espantosa gritería que, como una gran bacanal subterránea, ensordecia con sus ecos repetidos por la bóveda sombría. La curiosidad me hizo acercarme, y solo al hallarme en medio de la indescriptible escena pude creer que allí estaba la Bolsa de un país civilizado.

Pero si no sabemos gobernarnos nosotros mismos, ¿cómo hemos de gobernar al país? replicaba el inglés descargando golpes con la regla sobre el pupitre; lo que yo siento, es que aquí vamos a pagar justos por pecadores. En la calle el rumor de vehículos y transeuntes ensordecía; los muchachos pregonaban a grito herido los periódicos de la tarde.

Cuando llegaron a lo más hondo de la playa, donde los peñascos se erguían solitarios, y el ruido del mar ensordecía y espantaba, y ya no se escuchaba la algazara de los niños ni se descubría rastro alguno de hombres, volvióse Tapón lleno de zozobra y miró a su compañero tímidamente; mas este, empujándole hacia adelante, le dijo: ¡Anda!... ¿Tienes miedo?...