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Le distrajo como un libro de aventuras la conversación con aquellos hombres enjutos, huesosos, de una palidez enfermiza, cuya mirada parecía tener fulgores de fiebre. Eran ingenieros y altos empleados de ferrocarriles en construcción. Estas líneas audaces iban partiendo el silencio centenario de inmensas selvas que permanecían inexploradas desde el primer empuje del descubrimiento.

El cura lloraba como un niño y procuraba consolarla: ella le escuchaba con los ojos fijos y enjutos, como se escucha un viento que brama, sin comprender lo que dicen sus mugidos que aterran, pero sabiendo bien que traen consigo el rayo y la tormenta.

Tiros, señor dijo el conserje . Una descarga. Debe ser en la plaza. Minutos después vieron llegar á una mujer del pueblo, una vieja de miembros enjutos y negruzcos, que jadeaba con la violencia de la carrera, lanzando en torno miradas de locura. Huía sin saber adonde ir, por la necesidad de escapar al peligro, de librarse de horribles visiones.

En el corral, delante de la casa, roncaban tres cerdos negros y enjutos, hociqueando la basura. Las gallinas picoteaban en medio tonel lleno de garbanzos deshechos, judías despanzurradas y huesos de aceituna, todo formando un plasma repugnante. Eran residuos de comida recogidos en las casas; los restos de los pucheros que nutrían a Madrid.

Tratábase de saber quién sería capaz de tragarse más sopas de leche, si los galgos enjutos é insaciables de uno de los contratistas ó los barrenadores de otro, muchachotes fornidos de Castilla, de estómago sin fondo, que nunca creían llegado el momento de levantarse de la mesa. Toda la gente desocupada del distrito acudió á presenciar el espectáculo.

El tío Tremontorio trabajaba en sus redes al balcón algunas veces, pero siempre mudo y silencioso, cual era su carácter cuando sus convecinos le dejaban en paz y entregado á sus naturales condiciones. Los dos viejos del segundo piso se daban muy pocas veces á luz, y en algunas de ellas vi enrojecidos los arrugados y enjutos párpados de la mujer de Bolina.

Y al terminar sus obras de caridad, lavadas sus hermosas manos, enjutos sus ojos de las lágrimas vertidas por males ajenos, cambiando su vestido de seda gris por otro elegante y sencillo, volvía otra vez entre la sociedad, suelto el espíritu, abierto el corazón, con la graciosa expresión de la dama discreta y sociable, animando las conversaciones, expansionando el corazón ajeno, llevándose con su serenidad las penas y sinsabores de las almas, como se lleva el viento tibio de la primavera entre sus torbellinos, las hojas secas de la noche para dejar en libertad de abrirse a los botones de las nuevas flores.

Enjutos hidalgos de color enfermizo pasaban silenciosos las horas muertas encendiendo unos manojos de hierbajos, a modo de trozos de cuerda, llamados «tobaco», y arrojando humo por su boca como demonios que ardiesen interiormente. Las abuelas de Jaime habían conservado de generación en generación un grueso diamante sin tallar, recuerdo del heroico capitán por el generoso hospedaje de los Febrer.

Con sus brazos enjutos tiró de la cuerda, izando la pequeña vela triangular de la embarcación.

Más estético y más simétrico hubiera sido que las lágrimas fueran dos; pero no fue más que una; la del otro ojo debió de brotar tan pequeña, que la sequedad de aquellos párpados, siempre enjutos, la tragó antes que asomara.