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A lo que Sancho respondió: -Harto mejor sería no buscalle, porque si le hallamos y acaso fuese el dueño del dinero, claro está que lo tengo de restituir; y así, fuera mejor, sin hacer esta inútil diligencia, poseerlo yo con buena fe hasta que, por otra vía menos curiosa y diligente, pareciera su verdadero señor; y quizá fuera a tiempo que lo hubiera gastado, y entonces el rey me hacía franco. -Engáñaste en eso, Sancho -respondió don Quijote-; que, ya que hemos caído en sospecha de quién es el dueño, cuasi delante, estamos obligados a buscarle y volvérselos; y, cuando no le buscásemos, la vehemente sospecha que tenemos de que él lo sea nos pone ya en tanta culpa como si lo fuese.

-Eso estaba puesto en razón -respondió Sancho-, porque, según vuestra merced dice, más anejas son a los caballeros andantes las desgracias que a sus escuderos. -Engáñaste, Sancho -dijo don Quijote-; según aquello, quando caput dolet..., etcétera. -No entiendo otra lengua que la mía -respondió Sancho.

FELIC. Como yo os viera casado, No me diera ese cuidado, Que tantos sueños me quita. D. TELL. El ser aquí poderoso No me da tan cerca igual. FELIC. No os estaba aquí tan mal De algún señor generoso La hija. D. TELL. Pienso que quieres Reprehender no haber pensado En casarte, que es cuidado Que nace con las mujeres. FELIC. Engáñaste, por tu vida; Que sólo tu bien deseo. Salen SANCHO y PELAYO.

Su majestad el rey de las Españas y de las Indias, á quien Dios guarde. Te engañaste, hermano bufón; tu lengua se ha contaminado y anda torpe. El rey no puede ser pieza mayor... por ningún concepto. Y lo siento, porque el tal rey es digno de esa, y aun de mayor pena aflictiva. La reina es demasiado austriaca. Y demasiado mujer, á lo que juntándose que hay en la corte gentes demasiado atrevidas...

Es inútil cuanto hablemos: mi destino está marcado para siempre al lado del otro. Desnoyers volvió á entregarse al desaliento, adivinando la ineficacia de ruegos y protestas. ¡Ah, cómo le amas!... ¡Cómo me engañaste! Ella, como suprema explicación, volvió á repetir lo dicho al principio de la entrevista. Amaba á Julio... y amaba á su marido. Eran amores distintos.

Mire vuestra merced bien, que por todos estos caminos no andan hombres armados, sino arrieros y carreteros, que no sólo no traen celadas, pero quizá no las han oído nombrar en todos los días de su vida. -Engáñaste en eso -dijo don Quijote-, porque no habremos estado dos horas por estas encrucijadas, cuando veamos más armados que los que vinieron sobre Albraca a la conquista de Angélica la Bella.

Pero escribía otra vez, procuraba reportarse, y al cabo la indignación, la franqueza necesaria a su pasión estallaban por otro lado; y entonces era él mismo quien aparecía hipócrita, lascivo, engañando al mundo entero. «, , decía, yo me lo negaba a mismo, pero te quería para ; quería, allá en el fondo de mis entrañas, sin saberlo, como respiro sin pensar en ello, quería poseerte, llegar a enseñarte que el amor, nuestro amor, debía ser lo primero; que lo demás era mentira, cosa de niños, conversación inútil; que era lo único real, lo único serio el quererme, sobre todo yo a ti, y huir si hacía falta; y arrojar yo la máscara, y la ropa negra, y ser quien soy, lejos de aquí donde no lo puedo ser: , Anita, , yo era un hombre ¿no lo sabías? ¿por eso me engañaste?

Lope no tardó en referir la historia de sus amores, y cuánto había sufrido á la que tanto interés mostraba hacia él; la tapada comenzó entonces á sollozar y lamentarse en voz alta, exclamando: «¡Ay, mi bien! ¡Ay, mi Fernando! ¡Ay, mi primero amor! ¡Nunca yo hubiera nacido, para ser causa de tantas desdichas! ¡Oh, tirana madre! ¡Oh, bárbara mujer! ¡Que me forzaste, me engañaste, me has dado la muerteContó después que se había desesperado y vivido sin consuelo durante la ausencia de su amado; que había hecho diversas tentativas para quitarse la vida, y cayó al fin en tierra gimiendo.

¿Se dejará robar?... ¡Pues ya lo creo!... Lo que es por ella, en cuanto le guiñes el ojo... Si te quiere, hombre; te quiere lo mismo que el primer día en que la engañaste. ¡Mentira parece!... Pues entonces... Entonces, queda el rabo por desollar. ¿Y de quién es ese rabo?... Amigo mío... del padre Cifuentes. ¡Ya!... Ya me lo habían dicho. Pues no te engañaron.

Engañaste, si piensas que recibo Contento de volver á esta penosa, Misera y corta vida, que aora vivo, Que ya me va faltando presurosa; Antes me causas un dolor esquivo, Pues otra vez la muerte rigurosa Triunfará de mi vida y de mi alma, Mi enemigo tendrá doblada palma, El qual con otros del escuro vando, De los que son sujetos á aguardarte, Está con rabia en torno, aqui esperando A que acabe, Marquino, de informarte Del lamentable fin, del mal nefando, Que de Numancia puedo asegurarte, La qual acabará á las mismas manos De los que son á ella mas cercanos.