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¿Se dejará robar?... ¡Pues ya lo creo!... Lo que es por ella, en cuanto le guiñes el ojo... Si te quiere, hombre; te quiere lo mismo que el primer día en que la engañaste. ¡Mentira parece!... Pues entonces... Entonces, queda el rabo por desollar. ¿Y de quién es ese rabo?... Amigo mío... del padre Cifuentes. ¡Ya!... Ya me lo habían dicho. Pues no te engañaron.

MANRIQUE. , Ruiz, pero nada veo. ¿Si te engañaron? RUIZ. No creo... MANRIQUE. ¿Estás cierto que era aquí? RUIZ. Señor, muy cierto. MANRIQUE. Sin duda tomó ya el velo. RUIZ. Quizá. MANRIQUE. Ya esposa de Dios será, ya el ara santa la escuda. RUIZ. Pero... MANRIQUE. Déjame, Ruiz; ya para no hay consuelo. ¿Por qué me dio vida el cielo si ha de ser tan infeliz?

Esto sólo se reúne teniendo buena parroquia, trabajando años y años con los ojos bien abiertos para que nada se escape. Cuando mi biznieto sea mayor, venderemos la diadema, las pulseras, el alfiler de pecho con esos diamantes como garbanzos que quitan la luz de los ojos. Alégrate, Isidrín; no te engañaron: tu abuela es rica, tiene su tesoro; pero solo debes saberlo, pues será para ti.

Las apariencias me engañaron. ¡Qué cosas tan extrañas suceden en la vida!... Todos vosotros podías haber sido felices, si la casualidad no os hubiera hecho encontraros para haceros sufrir inefablemente: la Condesa, colocada entre el respeto de misma, de su palabra, de su fe, y el amor de usted.

Y a fe que, o mis ojos me engañaron mucho, o sería obra bien fácil y barata atajar al fugitivo a muy poca distancia de sus fuentes, y en castigo de su deslealtad, despeñarle monte abajo sin darle punto de reposo hasta entregarle, macerado y en espumas, a las iras de su dueño y natural señor, el anchuroso y fiero mar Cantábrico.

Y no se engañaron, pues se encontraron con muchas cuadrillas de aquellos bárbaros que, preguntados á dónde iban, respondieron que á pescar en el Parapití; pero se les escaparon de las manos estos peces que iban á buscar.

Estaba todo el pueblo deseoso de ver el fin de aquel suceso, esperando los unos que montando en cólera el Mapono se empeñase en defender, más con obras que con palabras, la divinidad de los demonios, y los otros se prometían éxito más feliz, en que no se engañaron; porque el Mapono quedó asombrado y como aturdido; y siendo, como era, hombre de buen natural, de ingenio pronto y de entendimiento agudo, Dios Nuestro Señor, compadecido de él, le sacó de sus engaños, le alumbró el entendimiento y movió su corazón con tanta eficacia de su gracia, que luego pidió ser cristiano; y en prueba de las veras con que lo decía, confesó delante de todos que él había estado engañado y había engañado á los demás; y que se desdecía y retractaba de cuanto había aprendido y les había enseñado; que no había otro Dios que Jesucristo; y que su santa ley, no sólo era mejor que la de ellos, sino la única y necesaria para la salvación eterna del alma; y que para enmienda de lo pasado, no sólo exhortaba á sus paisanos que la abrazasen, sino que iría á los Jurucarés, Cozacas y Quimiticas para reducirlos á que hiciesen lo mismo.

En él iban algunos pasageros, Que llevaban su pobre mercancia: Don Pedro y don Francisco, caballero De Estepa, que es lugar de Andalucía. Piloto, con maestre y marineros, Mas no como en tal caso convenia, En tomar se engañaron el altura, Principio cierto de su desventura.

Birch presumía que los artificios de la corte de España, empleados para apartarle de Enrique IV, le engañaron; que persona de la embajada de España en París, garantida por la palabra de un Grande que pasaba por allí hacia Flandes, le aseguró, en el caso de renunciar á la pensión que disfrutaba en Francia, que antes de seis meses sería reintegrado en los bienes y honores que había tenido en su país.

LEONOR. No, no tengo nada ... mas temo vuestro furor. ¿Quién dijo, Manrique, quién, que yo olvidarte pudiera infiel, y tu amor vendiera, tu amor, que es sólo mi bien! ¿Mis lágrimas no bastaron a arrancar de tu razón esa funesta ilusión? MANRIQUE. Harto tiempo me engañaron. Demasiado te creí mientras tierna me halagabas y pérfida me engañabas. ¡Qué necio, qué necio fui!