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El cocinero, al contemplarle amorosamente con sus ojos enfermos, creía haber dado un salto atrás de docenas de años y hallarse todavía en Valencia hablando con el otro Ferragut que se escapaba de la Universidad para remar en el puerto. Casi llegó á creer que había vivido dos veces. Escuchaba las quejas del muchacho, interrumpiéndolas con solemnes consejos.

Si estuviéseis enfermos, ó hubiéseis tenido coito, tomad á falta de agua polvo limpio, y frotaos con él la cara y las manos.

Mis paseos solitarios, el trabajo y la lectura en compañía de mis hijas y el cuidado de algunos enfermos, todo ha recobrado para su interés ordinario, y yo he estado tan bien como merezco, si puedo estarlo. Solamente Dios sabe cuán escasos son mis merecimientos. Pero esta tranquilidad ha sido turbada por una circunstancia. 10 de agosto de 1812.

Al fin articuló sin entonación alguna: Es que me dan unas ganas locas de matarme... ¡Por eso! ¡Quédate aquí!... No estés solo. Pero no pude contenerlo, y pasé toda la noche inquieto. Usted sabe qué terrible fuerza de atracción tiene el suicidio, cuando la idea fija se ha enredado en una madeja de nervios enfermos. Habría sido menester que a toda costa Vezzera no estuviera solo en su cuarto.

Sólo salen bien, ¿es cierto?, cuando los enfermos se olvidan de tomar vuestros remedios dijo el squire que consideraba a la medicina y a los médicos como muchos hombres lealmente religiosos consideran a la iglesia y al clero. Saboreaba una burla dirigida contra los doctores y su ciencia cuando estaba en buena salud, pero reclamaba su auxilio con impaciencia así que sentía algo.

32 Y cuando ellos entraron en el barco, el viento reposó. 33 Entonces los que estaban en el barco, vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios. 34 Y llegando al otro lado, vinieron a la tierra de Genezaret. 35 Cuando le conocieron los varones de aquel lugar, enviaron por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos;

Aquí comenzaron algunos de nuevo á quejarse del Visorrey, diciendo que no hacía caso de nadie ni llamaba á Consejo los Oficiales de S. M., que eran diputados para ello, y muchos señores y caballeros que venían á servir, por lo que comenzaban á suceder mal algunas cosas, y ansí acordaron pedir lista de la gente que había á los Capitanes de los soldados que cada uno tenía, porque se dijo que había muchos enfermos.

Tenía sobre los otros médicos el mérito de no cobrar sus servicios; antes bien, muchos enfermos salían de su casa con monedas en las manos. El Dotor era rico, el más rico de todo el país, ya que no sabía qué hacer de su dinero.

Aquella tarde sólo estábamos dos en el faro: un compañero llamado Tchéco y yo... Los demás estaban en tierra, enfermos, con licencia, no recuerdo bien... Habíamos concluido de comer, muy tranquilos... De repente mi camarada deja de comer, me mira un momento con unos ojos pícaros, y ¡cataplum! se cae encima de la mesa, con los brazos adelante.

Cuidaban de los enfermos con aquella asistencia que las circunstancias permitían; la falta de médico la suplían con enfermeros, que llamaban curusuyás, que a lo más sabían sangrar y aplicar algunos remedios que el padre le decía eran buenos, o a ellos les parecía lo eran.