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Había dentro una porción de objetos hacinados, entre los cuales metió la mano, sacando uno por demás extraño. Era una cruz ancha de cuero, llena de pinchos de bronce por uno de los lados y con un cordón para colgar al cuello. ¿Qué es esto? dijo dándole vueltas en la mano con asombro. Marta adivinó lo que era. ¡Déjalo, déjalo por Dios, Ricardo!... Se va a enfadar mucho María...

El continuo contacto con estas fantasías le hacía intolerable su vida de jefe obligado a intervenir en los asuntos de sus partidarios, y a riesgo de enfadar a su madre, huía del casino, buscando la soledad del campo.

«Ja, ja, ja... nos llama tías... exclamó Guillermina echándose a reír cual si hubiera oído un inocente chiste . Vaya con el excelentísimo señor... ¿Y piensa que nos vamos a enfadar por la flor que nos echa? Quia; yo estoy muy acostumbrada a estas finuras. Peores cosas le dijeron a Cristo. Señora... señora... no me saque la dinidá; mire que me estoy aguantando... aguantando...

ii Un huevo crudo... ¡qué asco! exclamó Jacinta escupiendo una salivita . ¿Qué se puede esperar de quien se enamora de una mujer que come huevos crudos?... Hablando aquí con imparcialidad, te diré que era guapa. ¿Te enfadas? ¡Qué me voy a enfadar, hombre! Sigue... Se comía el huevo, y te ofrecía y participaste... No, aquel día no hubo nada. Volví al siguiente y me la encontré otra vez.

Saca la conversación como puedas, y que se entere bien de la necesidad en que estamos». Moreno ayudará díjole su amiguita, llevándola a otra pieza para hablar con más libertad. No ... está incomodado conmigo... Esta mañana hemos reñido... La verdad... me enfadé, me tuve que enfadar. Figúrate que esta vez viene más hereje que nunca.

No, hombre, ¿qué me voy a enfadar yo? Suéltela, suéltela. ¡Ay, qué gracia! Me gusta usted por lo corto de genio. Al pan pan y al vino vino. Queriéndome a , verá lo que es corazón amante, consecuente y tropical. Pero le advierto una cosa... ¿Qué?

No, mujer... ¿y por qué me he de enfadar? contestó fijando sus ojos gruesos y brillantes en la futura concepcionista. Pues quería decirte... que por ahí te pusieron un mote. ¿Un mote?, ¿y es cosa mala? Mala... ¡qué yo! Te llaman la Tribuna. ¿Y quién me lo llama? Los señoritos... los hombres.

Ricardo sintió cierta emoción al entrar en el cuarto de su amada, que no pasó inadvertida para Marta. Quedose grave y silencioso, y se puso a examinar con afán cuanto allí había, moviendo los objetos, destapando los frascos y hasta abriendo los cajones; de tal suerte que la niña se vio obligada a decirle: No enredes, Ricardo... Cuando venga María y vea sus cosas revueltas se va a enfadar.

¡Oh!, no son disparates replicó el farmacéutico, dando algunos pasos delante de ella y procurando que dichos pasos fueran todo lo airosos posible . Perdóneme usted mi atrevimiento. Yo las gasto así; siempre he sido Juan Claridades, y cuando una idea quiere salir de , le abro la puerta para que salga, porque si la dejo dentro, estallo... Pues decía... ¿Se va usted a enfadar?

-Pues advertid, hermano -dijo Sancho-, que yo no tengo don, ni en todo mi linaje le ha habido: Sancho Panza me llaman a secas, y Sancho se llamó mi padre, y Sancho mi agüelo, y todos fueron Panzas, sin añadiduras de dones ni donas; y yo imagino que en esta ínsula debe de haber más dones que piedras; pero basta: Dios me entiende, y podrá ser que, si el gobierno me dura cuatro días, yo escardaré estos dones, que, por la muchedumbre, deben de enfadar como los mosquitos.