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Enamorado de ella, su compañero constante en Zurich, ¿no habría Zakunine abandonado a los impacientes agitadores, tanto por la enervante acción del amor cuanto por la persuasión que directamente ejercía sobre él la joven? ¿No se habría propuesto ésta hacer que el joven se desengañara, demostrarle la locura de las carnicerías inútiles? Estas suposiciones parecían verosímiles a Ferpierre.

Y como es natural que el remedio sea más grande donde es más grande el mal, según ocurrió en la revolución francesa, si los países latinos aventajaran a los anglosajones en desprenderse completamente de ese enervante y costoso gobierno de las conciencias por el Vaticano, como lo ha iniciado la Francia, recobrarían, en el futuro, el terreno perdido en el pasado.

No, pero... ¿qué quieres ? Quedábase Amparo pensativa. Cuantas sugestiones de inmoralidad trae consigo la vida fabril, el contacto forzoso de las miserias humanas; cuantas reflexiones de enervante fatalismo dicta el convencimiento de hallarse indefenso ante el mal, de verse empujado por circunstancias invencibles al precipicio, pesaban entonces sobre la cabeza gallarda de la Tribuna.

La novedad del país, la molestia del viaje, el aullar de los chacales y sobre todo un calor enervante, abrumador, una completa sofocación, como si las mallas de la mosquitera no permitiesen pasar un soplo de aire... Al abrir, de madrugada, la ventana, una bruma de estío, densa y moviéndose lentamente, ribeteada de negro y rosa en los bordes, flotaba en los aires como una nube de humo de pólvora sobre un campo de batalla.

Pero es justo decir que el programa cristiano de conformidad con los males de la tierra, considerados como castigos del cielo por los pecados de los hombres, sólo atenuables por la oración, la penitencia y las peregrinaciones, ha sido superado en su acción enervante de la energía humana, por otra religión igualmente fatalista salida en el siglo VII de la misma cepa judía: "el islamismo, de la palabra islam, que significa resignación a la voluntad de Dios".

Me desembaracé de mi mochila para convertirla en almohada, me aflojé el cinturón y con el cuchillo en la mano me tendí para descansar. Afortunadamente, los mosquitos no cesaron de turbar mi reposo; como durmiendo con sueño intranquilo, mi oído percibía vagamente todos los ruidos á mi alrededor y oía la charanga enervante de los mosquitos y el saltar de los monos chillones.

El mismo Simón Princetot, hacia el cual sentíase atraído y con quien le hubiera gustado conversar, no manifestaba grandes deseos de continuar las relaciones empezadas en Rosalinda. También se escondía. Estas ofensivas y misteriosas precauciones mantenían en el espíritu de Delaberge la enervante inquietud que tanto le hacía sufrir desde su conversación con Miguelina.

El aspecto de la ciudad es análogo al de las colonias europeas en las costas africanas; pesa sobre el espíritu una influencia enervante, agobiadora, y para la menor acción es necesario un esfuerzo poderoso. Desde que he pisado las costas de Colombia, he comprendido la anomalía de haber concentrado la civilización nacional en las altiplanicies andinas, a trescientas leguas del mar.

Zamboanga, donde el Polombato, á semejanza del Darro, baña á la sultana de Filipinas, interrumpiendo con el suave murmullo de sus ondas deliciosa y enervante quietud tropical, ofrece con su purísimo y sano ambiente y con sus cristalinas aguas, que la zarzaparrilla purifica, savia regeneradora á la sangre anémica del peninsular, que vive en Joló, Tawi-Tawi y en los destacamentos militares de Mindanao, siempre prontos á dar su vida por el honor del Ejército y por el engrandecimiento nacional.

Y volvía monótona, repitiendo el tema, y la mujercita, que no sabía interpretar la página clásica del maestro italiano, traducía en cambio a maravilla la enervante molicie amorosa, los poemas incendiarios que en la habanera se encerraban.