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Los soldados se esparcieron por las ruinas. Julio fué solo hasta el final de ellas, con el propósito de examinar las posiciones del enemigo, cuando, al dar vuelta á un ángulo de pared, tuvo el más inesperado de los encuentros. Un capitán alemán estaba frente á él. Casi habían chocado al doblar la esquina.

Montiño desechó este pensamiento como había desechado el anterior. Pero se puso en busca de otro medio de vengarse. Quevedo se presentó á su imaginación; Quevedo, capaz de plantar una estocada al mismo diablo; Quevedo, enemigo de Lerma, y de Calderón no muy amigo, según las palabras que el mismo Montiño recordaba haberle oído en la hostería del Ciervo Azul, del sargento mayor, don Juan de Guzmán.

4 si di mal pago al pacífico conmigo, que escapé mi perseguidor sin pago. 5 Persiga el enemigo mi alma, y alcáncela; y pise en tierra mi vida, y mi honra ponga en el polvo. 6 Levántate, oh SE

¡Pero si eso sería tan natural, querida señorita!... El señor Roussel de Pontournant.... ¡Oh! Ya se ha pronunciado ese nombre execrable, exclamó con amarga sonrisa la señorita Guichard; si, el señor Roussel, el tutor de Mauricio. Y primo hermano de usted, insinuó la señora Tournemine. Y mi más mortal enemigo, , señora. He aquí el peligro para .... Pero lo he prevenido de antemano.

Yo mismo, confieso mi vicio: me gusta una copa ofrecida por los amigos... Es la enfermedad de la tierra. El revolucionario, arrastrado por el curso tumultuoso de sus pensamientos, olvidaba el vino para arremeter contra otro enemigo: la resignación ante la injusticia, la mansedumbre cristiana de los desgraciados.

Corriendo hacia la noria nos habíamos apartado de nuestro campo, y adviértase que si el ejército francés fué rechazado con grandes pérdidas, conservaba aún sus posiciones. ¿Iba a emprender nuevo ataque, con el último esfuerzo de la desesperación? Creíamos que , y señales de esto notamos en el campo enemigo que teníamos tan cerca.

Allá la ley te condena, Y aquí te absuelve mi aliento; Aquí puedo ser bizarro, Y allí he de ser justiciero; Allá he de ser tu enemigo, Y aquí ser tu amigo quiero; Que allá no podré dejar De ser Rey, como aquí puedo; Porque para que riñeses Sin ventaja cuerpo á cuerpo, Me quité la alteza, y sólo Vine como caballero.

Cuando los emperadores romanos, modelo de todos los que les han sucedido en la historia de la autoridad, tenían interés en deshacerse de un enemigo sin necesidad de derramar sangre, se limitaban á desterrarlos á un oasis, y poco tiempo después tenían la alegría de saber que la muerte había hecho rápidamente el servicio esperado.

Pagaron, unos pocos que dejaron el asilo de la eminencia, el atrevimiento de su capitan, y en seguimiento de la idea propuesta, se continuó la marcha para campar en la llanura de Ayaguacas, donde pasaron la noche sobre las armas, por el cuidado que daba la inmediacion del enemigo.

Es de presumir que el pueblo, tan admirador del valor temerario, como enemigo de las maniobras judiciales, aplaudiese este hecho con entusiasmo.