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Mientras llegaba el momento del drama, lejos de nosotros y en los flancos del ejército imperial, mil dramáticas peripecias debían precipitar la catástrofe, irritando paulatinamente al enemigo.

Mientras padecía corporalmente, con el alma corroída y atormentada por alguna causa tenebrosa, y entregado por completo á las maquinaciones de su más mortal enemigo, el Reverendo Sr. Dimmesdale había ido alcanzado una brillante popularidad en su sagrado ministerio. En gran parte la obtuvo seguramente merced á sus padecimientos.

Pero se me rechaza, se me tiene postergado, y, ¿por qué?... Porque detesto a los favoritos y a los eunucos; porque soy enemigo de Farinelli, y lo proclamo en voz alta; y así lo hice ayer mismo, en su presencia, cuando pasaba por la sala de guardias. , me ha hecho una injusticia, una afrenta; es un infame... Y lo diré a la faz de todo el mundo...

Sólo recuerdo que tenía por armas una cabeza de grifo sobre franja azul. En parecida ocasión recibí en el hombro una estocada de León de Montcourt, con quien tuve la honra de cruzar la espada en el camino de Burdeos. Fué aquella nuestra única entrevista y conservo de ella el más grato recuerdo, porgue mi enemigo se condujo como cumplido caballero.

Tenía al enemigo bajo su zarpa, podía juguetear con él durante estos tres momentos que valían por siglos. En la vertiginosa superposición de imágenes que volteaba dentro de su pensamiento vió á la princesa, su madre, hermosa y arrogante, tal como era cuando le relataba, siendo pequeño, las grandezas de los Lubimoff.

Y es lo bueno que no tenía los ojos abiertos, porque estaba durmiendo y soñando que estaba en batalla con el gigante; que fue tan intensa la imaginación de la aventura que iba a fenecer, que le hizo soñar que ya había llegado al reino de Micomicón, y que ya estaba en la pelea con su enemigo.

Luego había vivido en guardia siempre que bajaba a tierra, para librarse de la venganza de su enemigo; pero los años pasan, todo se olvida, y los dos compadres acabaron por contrabandear juntos, navegando desde Argel a Ibiza o las costas de España.

Apenas si paró en ello su atención. Sentía una alegría salvaje. Dos tiros... el enemigo estaba desarmado. ¡Cristo! ¡Ara't pille! ¡Cristo! ¡Ahora te pillo!

-No es por eso -respondió Sancho-, sino porque soy enemigo de guardar mucho las cosas, y no querría que se me pudriesen de guardadas.

Cómo, ¿no es un secreto el haber venido á en altas horas de la noche, á , confesor del rey, á quien todo el mundo conoce como enemigo de los que hoy á nombre del rey mandan y abusan, trayendo con vos una carta de la reina? ¿cómo ha venido esa carta á vuestras manos?