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El capitan D. Agustin Gamarra fué comisionado para esta empresa; y habiendo llegado á vencer en todos los encuentros á los patriotas, tan inferiores en número, tan poco aguerridos, y desprovistos enteramente de armas, se aprestaba para la toma de Aten, que debia coronar su triunfo.

El deleite que de la posesión nace en ambos no puede ser más subido. Y con todo eso, la dicha de ambos, de la que el lector se penetra, se envuelve en discretísimo y limpio velo, sin que el autor descubriéndola la profane. Los pormenores eróticos los guarda el autor y los emplea para las escenas, citas y encuentros de los secundarios y plebeyos amantes; de Parmeno y Areusa, por ejemplo.

Se les veía igualmente en los tranvías o estacionados en las puertas de tiendas y cafés. Saludábanse con espontáneo gozo, manoteando y gritando cual si fuesen compatriotas que se tropezaban después de larga ausencia. Alarmado Fernando por estos encuentros, recomendó a la joven cierta prudencia en su actitud. Podían verlos: después serían los comentarios en el buque.

Algunas veces, ninguno de los dos campos se decidía a ir en busca del otro, y los encuentros eran en terreno neutral, en el grupo de las «aspirantes», donde tomaba asiento la familia italiana de la Boca con su obispo. ¡Adorado Monseñor! Las damas del país intermedio lo miraban como una gloria propia.

La pluma, palpitando de emoción, vió los primeros encuentros, y no apartaba los ojos del que parecía ser rey del ejército por quien más tarde se decidió la victoria. El tal rey llevaba un casco de oro, armadura de bruñido acero, y oprimía los lomos de soberbio caballo tordo.

Siempre grave y con gesto sombrío, corría el distrito como un sátiro loco, sin más guía que el deseo; sus encuentros brutales, sus abusos de autoridad, llegaban como un eco doloroso a la casa señorial, donde su amigo don Andrés intentaba en vano consolar a la esposa. ¡Pero ese hombre! rugía iracunda doña Bernarda. Ese hombre nos va a perder; no mira que compromete el porvenir de su hijo.

Estos encuentros removían en él todo el sedimento de la pasada ira: había huido siempre de su mujer como enfermo que teme el recrudecimiento de sus dolencias, y sin embargo, ahora iba a su encuentro, a verla y hablarla en aquel hotel de la Castellana, cuyo lujo insolente era el testimonio de su deshonra.

Y la tal Polidora se llenaba la boca con esto de «las convenienciasPensé, sin embargo, como ella, que no sería prudente dejar que Elena volviese a aquel antro, donde podía tener malos encuentros para su inocencia. Hablaré de esto con Lacante, pues no me atrevería a iniciar con ella la cuestión.

El teniente pareció más pequeño y desmedrado dentro de su uniforme suelto y sin adornos. El parisién, siempre alegre, lo comparaba á un pájaro desplumado. Creyó necesario el coronel repetir en alta voz las condiciones del duelo. El príncipe las sabía y estaba avezado á estos encuentros. Martínez era el que necesitaba sus indicaciones.

Además, se presentaban en el Casino á primera hora, para ocupar los mejores sitios en las mesas, y luego cedían su silla á un jugador rico, cliente fijo, que las recompensaba con generosidad si le favorecía la suerte. Aún tuvo otros encuentros. Pasaron junto á él unas cuantas viejas, pero de una vejez incapaz de arrostrar el aire libre y la luz del sol.