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Huir, , y no volver a poner los pies en aquella casa ni en parte alguna donde pudiera tener tales encuentros... Salió sin hacer ruido, deslizándose, y al pasar frente a la puerta, miró y la vio allá dentro, al extremo del largo pasillo, que parecía un anteojo. La veía de perfil, la mano en la mejilla, muy pensativa, y Jacinta no la veía a ella.

Tener bravos encuentros de fortuna, Contrastes, baterias y debates, Estar con esperanza el alma alguna De conseguir victoria en sus combates, Efectos son que causa la importuna Con sus revoluciones y dislates, Que no puede fortuna estar estable, Que consiste su ser en ser mudable.

Siempre que recuerdo o pronuncio su nombre, la sangre circula más rápida por mis venas y cierro maquinalmente los puños; entonces también me parece oír con más claridad aquella voz del hado, que a manera de presentimiento me anuncia futuros encuentros con Ruperto.

De estos encuentros nace a veces un principio de simpatía, que las casamenteras fomentan con elogios hiperbólicos de la futura al futuro y viceversa. Y justo es reconocer que algunas veces salen buenos matrimonios de estas gestiones de las casamenteras.

El bigardón aquel no carecía de atractivos: estudiaba en la Universidad y sabía mil cosas bonitas que Obdulia ignoraba, y fueron para ella como una revelación. Literatura y poesía, versitos, mil baratijas del humano saber pasaron de él a ella en cartitas, entrevistas y honestos encuentros.

Con estas cualidades, con su fama de valiente, sus encuentros afortunados en sus años más juveniles y su galantería fina y delicada, no era estraño que ejerciese tanto influjo sobre sus compañeros, y fuera elegido para dar cima á tan difícil empresa como lo era la enseñanza del castellano.

Vuestra Majestad pregunta de quién son los restos que escoltamos. Son los de mi querido amigo Alberto de Laugrán. Nadie deplora más que yo su desgraciada muerte dije, y lo prueba el edicto que evitará la repetición de esos encuentros. ¡Pobre señor de Laugrán! exclamó Flavia con dulzura.

Como la mayor parte de la nación, tenía la mentalidad de un lector de libro de caballerías que se siente defraudado cuando el héroe, un hombre solo, no parte mil enemigos de un revés. Buscaba con predilección los periódicos más exagerados, los que publicaban más historias de encuentros sueltos, de acciones individuales, que nadie sabía con certeza dónde habían ocurrido.

Pronto allegó gente y se hizo temible en las llanuras á las tropas realistas, derrotadas mas tarde por él en varios encuentros.

Estaban los dos muy distantes de creer que en sus encuentros diarios podía llegarse á algo que no fuese hablar y mirarse. Era el primer amor, la expansión de la juventud apenas despierta, que se contenta con verse, con hablar y reir, sin sombra alguna de deseo.