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Toledo tuvo que contarles su vida guerrera como él se la imaginaba, á través de los años , y los dos jóvenes, que habían asistido á combates de millones de hombres, mostraron el mismo interés de los niños que escuchan un cuento exótico ante este relato de obscuros encuentros de montaña, que ni nombre tenían, y sólo perduraban exageradamente en la memoria de don Marcos.

Se empujaba la muchedumbre, guardando en sus encuentros una buena educación inalterable.

Un partidario de este temple es una alhaja impagable para toda especie de gobierno mientras haya imprenta; y más si añadimos que cree como en su salvación en los partes de los encuentros y escaramuzas que en los papeles públicos suelen venir consignados, y se extasía de placer cuando se encuentra con aquello de que: «de los enemigos murieron tantos centenares de hombres, y nosotros no hemos tenido más que un contuso y algún sargento desmayado», o cosa semejante.

Lea sonreía, pero la risa temblaba en sus labios, y si Sorege hubiera levantado los párpados no le hubiera gustado la sonrisa de aquella mujer. Pero acaso la veía, pues tenía el tal extrañas facultades. Muy bien, amiga mía, dijo; veo que te vas calmando y haces bien. He venido ahora para hablarte de los encuentros á que estás expuesta. Esta noche vendré sin objeto aparente.

Biarritz era demasiado pequeño para permanecer oculto y evitar embarazosos encuentros con los emigrados alfonsinos y carlistas que, desde mucho tiempo antes, poblaban todos los contornos, y los hombres políticos y medrosos de todo jaez con que la caída de don Amadeo y la proclamación de la República engrosaban en aquellos mismos días el número de españoles dispersos.

El resto de su cuerpo revelaba la educación física moderna, los miembros ágiles y endurecidos por los continuos deportes. Doña Mercedes pareció empujarlos á los dos desde los primeros encuentros. Háblense de dijo maternalmente . Son ustedes primos.

Por mi parte, he creído conocer que le había agradado. Tomamos la costumbre de crearnos, en todos nuestros encuentros, unos instantes de conversación íntima, y echamos de ver que estábamos maravillosamente de acuerdo en una multitud de cuestiones de arte, de sentimiento de la Naturaleza, de preferencias literarias, aspectos generales de la vida, en todo, en fin.

Después de tales encuentros, evitaba Isidro el tránsito por los corredores a esta hora matinal, temiendo el enojo de las señoras. Al verle luego en el paseo rehuían su saludo o lo contestaban con sequedad, como si le hiciesen responsable de una falta de consideración... Pero el recuerdo de estas sorpresas le hacía sonreír con cierto orgullo.

El furor y el encono de ambos crecieron de tal suerte, que ya no les bastaban para desahogarse los encuentros casuales, y solían buscarse para mover disputa y reñir y tratarse muy mal.

-Con todo eso -respondió el bachiller-, dicen algunos que han leído la historia que se holgaran se les hubiera olvidado a los autores della algunos de los infinitos palos que en diferentes encuentros dieron al señor don Quijote. -Ahí entra la verdad de la historia -dijo Sancho.