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Cuando volvía al cuarto de Severiana, encontró al Padre Nones que salía. «Le he enderezado las ideas, maestra; ahora está bien preparada le dijo el clérigo que, por su alta estatura, tenía que encorvarse para hablar con ella . Voy a la iglesia. Dentro de tres cuartos de hora estamos aquí». Entró la fundadora en la casa y vio el altar, que estaba muy bien.

Y lo llevó al altar mayor, junto a la custodia. Gabriel y ocho hombres más se introdujeron dentro del armazón levantando un paño de los que cubrían sus costados. Habían de encorvarse dentro del artefacto. Su misión era empujarlo para que se deslizara sobre las ruedas ocultas. A ellos sólo les correspondía dar el impulso: fuera, los dos servidores de peluca blanca y traje negro eran los encargados de los timones delantero y trasero, guiando la carroza eucarística por las tortuosas calles. Gabriel fue colocado por sus compañeros en el centro.

Los hombres tiraban de sus cucharas de cuerno, formando amplio círculo en torno de él. Eran tantos, que para no estorbarse se mantenían a gran distancia del lebrillo. Cada cucharada era un viaje. Debían avanzar, encorvarse sobre el barreño, que estaba en el suelo, coger la cucharada y retirarse a la fila para devorar las sopas, de una tibieza repugnante.

Hasta sospechaba ésta que su aspecto era poco militar, á causa de los torpes movimientos de una vida vegetativa acostumbrada á encorvarse sobre la mesa de escribir. Pero cumplía su deber, y más de una vez le habían citado por sus frías audacias. Nunca se realizarían los deseos de los dos.

Volvían á repetirse las invasiones de los siglos remotos que habían hecho encorvarse á la antigua Tesalónica bajo la conquista de bárbaros, bizantinos, sarracenos y turcos.

Para todas ellas, obligadas á ir varias veces al día con un cántaro á cuestas de su vivienda al río, el carro del tonel representaba el más inaudito de los lujos. ¡Un baño diario en aquel país, donde el menor soplo de viento levantaba columnas de tierra suelta, tan enormes y violentas, que obligaban á encorvarse para resistir mejor su empuje!... Como muchas de estas mujeres llevaban aún en sus cabelleras y en los dobleces de sus ropas el polvo de semanas antes, las enfurecía tal derroche de agua, como una injusticia social.

El traje influye en el actor: la trusa y la espada inspiran por educación, acaso por atavismo, pruritos romancescos de aventuras y conquistas; un traje de labriego predispone á las zancadas desvaídas, á los ademanes torpes; una peluca de «viejo» induce á encorvarse hacia adelante y á deslizar temblequeos de ancianidad en las manos y en la voz.

Volvió a encorvarse sobre los remos bogando por el centro del río, sobre las aguas que temblaban reflejando la luna, como si quisiera que la arboleda de ambas orillas gozase por igual en la contemplación de la amorosa escapatoria.

Volvía a dar sus pasos con rigidez exagerada de intento, y su voz hacía temblar el eco de las vecinas colinas: ¡Vaaamos a otraaa!... Y con este llamamiento tradicional para reanudar el trabajo, los hombres volvían a encorvarse y relampagueaban las herramientas sobre sus cabezas, todas a un tiempo, en acompasadas curvas.