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Oranteo, hijo del rey de Hungría, ama á Laura, joven dama de singular belleza, pero cuya condición no es igual á la suya, y tiene de ella dos hijos. El Rey se opone á que se case el Príncipe con Laura, proyectando enlazarlo con otra Princesa. Para lograr su propósito, intenta enemistar á los dos amantes, y se enamora de Laura, á quien no conoce por su verdadero nombre.

Amigo tuyo, condiscípulo tuyo.... ¿Pepe López? No. Diga usted, tía.... Adivina. ¿Eduardo, el hijo del alcalde? No. Eduardito es un pedazo de alcornoque. ¡El, el hijo del alcalde, prendarse de una muchacha pobre? ¡Cuándo! El enamora a Gabrielita Fernández.... ¿A la jovencita rubia, la que toca muy bien el piano? ¿Ya la conoces? El otro día la vi en la reja. ¡Guapa! ¿No es verdad?

Paris desafía a Menelao, y luego se vuelve atrás; pero la misma hermosísima Helena le llama cobarde, y Paris, el príncipe bello que enamora a las mujeres, consiente en pelear, carro a carro, contra Menelao, con lanza, espada y escudo: vienen los heraldos, y echan suertes con dos piedras en un casco, para ver quién disparará primero su lanza.

Tendría cerca de cincuenta años, y un hombre de cincuenta años que se enamora es como el caballo de un coche simón que se desboca. Menchaca abandonó a la muchacha de Puerto Real y comenzó a vigilar a su mujer.

Primero tienes que considerar que en la sastrería no gana más que siete reales; y que con siete reales no pueden comer siquiera pan seco tres personas en Madrid; después debes tener en cuenta que una mujer sola, sin amparo, está expuesta siempre a caer en las garras de cualquier tunante que la enamora; después las ideas que esa gente tiene de la educación de los niños, no son como las tuyas y las mías, porque no han visto ni entendido nada bueno; el golpear a los chicos es una de tantas costumbres feas y repugnantes como tienen...

No te diré si tu alma resplandece Como diamante en urna de cristal, Ni si tu seno blando se estremece Como la niebla al soplo matinal. No te diré si el labio que enamora En sus palabras desparrama miel, Ni si al caer, cual perlas del aurora, Hacen brotar las flores del vergel.

, pero te cuadra Blanquita, ¿no?... Y no supongo que te prenderás como un tendero para enamorarla, mira que es mujer tan suelta y ligera como la madre... y quiero que la conozcas. No embrome con Blanquita, ya sabe que Blanca no me cuadra y que yo tengo una novia en... Está bien, cásate con aquélla, pero enamora a ésta... no seas tonto... ¿Y si no me hace caso? ¡Qué no!

Aquí hizo un alto Neluco y se quedó mirándome fijamente como en espera de mi contestación. No tardé en dársela. Todo ese cuadro que acaba usted de trazarme le dije , me enamora y me seduce... como pintado en un papel. Mas quiero dar por supuesto que es la pura realidad. Ya tengo en mis manos el remedio contra el fastidio de unos cuantos días... de una buena temporada, si usted quiere. Corriente.

No respondió el torero , porque me ahogaría la risa. Ya no estoy celoso, Mariquita. Tantos celos tengo como el sultán en su serrallo. ¡Pobre mujer! ¿Qué sería de ti, con un marido que te enamora con recetas y un cortejo que te obsequia con coplas, si no tuvieras quien supiera camelarte con zandunga?

Porque ha ofendido á esa dama que me enamora. Me engañáis. No os engaño. ¿La ofensa de ese hombre á la dama?... Suponerla amante suya. ¿Y á vos qué os da? Es inútil que pretendáis disuadirme: estoy resuelto.