United States or Singapore ? Vote for the TOP Country of the Week !


Al contrario, su mujer tenía buen cuidado de recordarle la hora, ponerle el almuerzo y la ropa a punto para que no se retrasase. Pero aquella bendita afición a modelar el barro enajenaba sus sentidos. Cuando tenía entre manos una obra que le agradase, o no iba al ministerio, o iba tarde.

Murmuraban en su alma las sensaciones de aquellos días, y la asaltó el escrúpulo de que se juntaban a la unción de su espíritu vestigios profanos. Cerró entonces los ojos, apoyó la frente en los pies de la imagen. Algo, poco a poco, la enajenaba, algo que ya no era sensación ni sentimiento, sus ideas se perdían hacia un fondo de claridad interior, infinita; un vago canto la transportó.

Hasta se aventuró varias veces a llevarla a un palco segundo en el teatro y a permanecer allí metido detrás de las cortinas. Se comprendía que aquel triunfo de última hora halagaba su amor propio, le enajenaba de gozo. El señor Ángel era un buen hombre, hábil en su oficio y de sentimientos honrados, pero extremadamente pusilánime.

De vez en cuando también él emitía tímidamente su opinión, y ella en no pocas ocasiones la aceptaba como muy sesuda, y si no la aceptaba, por lo menos se reía, que era mucho mejor. Todas estas cosas expresadas con voz suave, insinuante, entre las sombras de la noche, se convertían en un arrullo poético, delicioso, que enajenaba los sentidos de nuestro joven. Sus pies no querían tocar el suelo.

Sólo al reflejarse en las joyas que yacían a los pies del Redentor lanzaba hermosos y fugaces destellos. El silencio en aquellas horas era absoluto: ni aun el viento dejaba oír su voz plañidera en las ventanas. Respirábase en el cuarto una atmósfera de misterio y recogimiento que enajenaba a María y la penetraba de un placer embriagador.