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No fue poca la sorpresa de mi padre y de mi madre al ver en nuestras relaciones, que en los últimos tiempos sobre todo dejaban mucho que desear, esa intimidad, esa cordialidad nuevas, y a la misma Marta le era difícil acostumbrarse a ello. Me miraba siempre con extrañeza y decía a menudo: ¡Cómo habría podido adivinar nunca que había en ti tanto afecto!

Cuestión es esa que dejaremos para otro día, si bien cuestiones andan en esos mundos decididas, acreditadas y creídas más paradójicas que ésta.

Pero no será perdido en vano el tiempo transcurrido en los diversos campos de su actividad; irá acumulando datos, notas diversas, amontonando observaciones, haciendo aprendizaje en la naturaleza de los hombres y las cosas, en las costumbres y hábitos; palpando errores, deformaciones, vicios ancestrales, acaso siempre con esa sonrisa de hombre bueno, "matizada de ironía", que le servirán para su ulterior labor crítica y consultiva de escritor costumbrista y de filósofo moralista.

5 y zapatos viejos y recosidos en sus pies, con vestidos viejos sobre ; y todo el pan que traían para el camino, seco y mohoso. 7 Y los de Israel respondieron a los heveos: Por ventura vosotros habitáis en medio de nosotros. ¿Cómo pues podremos nosotros hacer alianza con vosotros?

Lo había leído en escritos de señores que sabían tanto como su capitán. Además, había reflexionado mucho sobre esto en sus solitarios paseos sobre el puente. Yo estoy donde debo estar. Estoy con Francia... Torpemente, con balbuceos y palabras incompletas, expuso su pensamiento.

¿Cuántas operaciones de este género no se harán diariamente en Bilbao? ¿Cuántos hombres que ni hacen clavos, ni tienen fábricas de clavos, ni se dedican a industrias para las que necesiten clavos, no vivirán de los clavos en esta ciudad? Es el comercio, el honrado comercio, genio del mundo moderno..... Yo he creído en el vascuence hasta que lo he oído hablar.

LEONIE. ¡Indudablemente...! ¡Pero es preferible que sea bonita...! LEONIE. ¡Bah! ¡Ya ves que tengo aquí a mi ahijado...! Que mande a Carmen, o a Irma. LA SIRVIENTA. ¡Es que el general quiere que seas ...! LEONIE. ¡Pues contéstale que he salido y déjanos en paz...! Este breve coloquio sume a Cirilo en una estupefacción inquieta. La sirvienta sale. CIRILO. ¿Tiene usted mucho trabajo?

¿Está cerrada la puerta que lleva al puente? Sólo los cuatro caballeros tienen la llave. ¿Y también la de la reja de entrada a la prisión? pregunté acercándome a Juan. Creo que esa únicamente la tienen Dechard y Henzar. ¿Dónde habita el Duque? En la parte nueva del castillo, en el primer piso. Sus habitaciones quedan a la derecha del puente levadizo. ¿Y la señora de Maubán? A la izquierda.

Vamos a ver, papá le dijo, hallándole solo en el despacho, con afectada jovialidad . ¿Cuándo me hablas de dinero? ¿De dinero?... ¿Para qué? respondió el duque con sorpresa, mirándola con rostro tan inocente que daba ganas de darle una bofetada.

Doña Celestina había conocido a la hija del quincallero, en su juventud, cuando las dos eran solteras, y parece que se desarrolló entre ellas una gran antipatía. Para doña Celestina, la sangre del quincallero suizo me ha perdido; el bazar, con sus aros y sus pelotas de goma, ha perturbado la marcha del severo barco con sus velas y sus anclas.