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¡No he dicho toda la verdad! gritó con una voz emocionada por el remordimiento . Tengo otros hijos. ¡Piedad, Señor, para estos pequeños! ¡Dadles un don cualquiera! ¡Que vuestra divina misericordia no los olvide! El Todopoderoso contempló á esta muchedumbre de niños con estupor y repugnancia.

Y desde el maître d'hôtel hasta don Joselito, comenzaron a trabajar, sin dar apenas abasto en servir a la emocionada concurrencia un lunch improvisado, un pic-nic sustancioso. Era el marqués de Butrón una de esas medianías que en los tiempos de escasas notabilidades pasan por eminencias, debiendo sólo su altura a las escasas proporciones de los hombres y cosas de su época.

Mina contemplaba la inquietud de este camino irreal cortando la obscuridad atlántica, cada vez más ancho, más luminoso, así como ascendía el astro en el horizonte. Se sienten deseos de marchar por él dijo en voz baja, emocionada por la majestad de la noche . Quisiera saltar fuera del buque y correr... correr por esa calle de plata hasta no dónde. ¿Sola? preguntó Fernando con tono de reproche.

En sus notas de viaje se observa ligeramente que en Chalón-sur-Saona tuvo el disgusto de encontrarse con una mascarada grotesca, en la cual todos los objetos de su devoción, esto es, la piedad, la religión, la monarquía y el pudor, estaban groseramente ridiculizados; su alma se contrajo dolorosamente bajo este que le pareció funesto augurio, presintiendo alguna catástrofe; al pasar por Auxerre, una voz salida del fondo de un coche público, gritaba con voz de trueno: «El duque de Berry ha sido asesinado». Aquella buena madre llegó a París tristemente emocionada, pero sin ver cumplidos los fatales augurios.

Ella se apretó aún más contra Ulises, emocionada al pensar en el próximo espectáculo. Saltó una de las bolsas convertida en estrella: sus patas serpentearon buscando al recién llegado. En vano el guardián movió hacia arriba el hilo, queriendo prolongar la caza.

En ella las impresiones son tan fugaces como intensas. Está emocionada por el espectáculo. Un poco más, y rompe a llorar... Pero vámonos de aquí; estamos molestando. Don Carmelo, el de la comisaría, que está al lado del abate para ayudarle, nos ha mirado varias veces. Las respetables matronas levantan la cabeza, y yo debo velar por mi reputación. No quiero que digan que Maltranita es un impío.

Tengo buenos vinos, y ya que has venido del otro lado de la tierra para comer queso de Brie, te lo daré hasta matarte de una indigestión. Luego abandonó su tono de broma, para decir con voz emocionada: No sabes cuánto me alegra que conozcas á mi mujer. Nada te digo de su hermosura; las gentes la llaman «la bella Elena»; pero su hermosura no es lo mejor. Aprecio más su carácter casi infantil.

Si todos los ricos hiciesen lo mismo, de otro modo pensarían los trabajadores, que sólo sienten odios y deseos de venganza. Y emocionada por la grandeza de su hijo, bajaba los ojos suspirando, próxima a llorar. Terminada la misa, llegó el momento de la gran ceremonia. Iban a ser bendecidas las viñas para librarlas del peligro de la filoxera... después de haberlas plantado de vid americana.

Nos vamos a romper la mollera gemía yo, aferrándome al brazo del comandante, mientras que Pablo ofrecía el suyo a Blanca. ¿Estamos tristes, Reinita? me preguntó quedo el comandante. Habláis como mi cura respondí emocionada. Vamos a ver: ¿Queréis tener confianza en mi? Yo no tengo tristezas ni confianza en nadie contesté de mal modo.

En medio de un profundo silencio, y con voz emocionada prosiguió el americano: Señoras y señores: con una palabra voy ahora á reanimar el puñado de cenizas y ustedes hablarán con un ser que conoce lo pasado, lo presente, ¡y mucho del porvenir!