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Hacía tiempo, mucho tiempo, que Godfrey no había expresado algo tan positivo. Nancy se estremeció. Pero su dignidad natural y su repugnancia instintiva a dejar traslucir ninguna emoción, la permitieron permanecer completamente tranquila en su silla.

El Magistral se sentía como estrangulado por la emoción. La Regenta hablaba ni más ni menos como él la había hecho hablar tantas veces en las novelas que se contaba a mismo al dormirse.

En el gesto, en la mirada de la Regenta podía ver cualquiera y lo vieron De Pas y don Álvaro, sincera expresión de disgusto: era una contrariedad para ella la noticia que le daba la Marquesa. Por el alma de don Álvaro pasó una emoción parecida a una quemadura; él, que conocía la materia, no dudó en calificar de celos aquello que había sentido.

Era una delicada atención de su parte. , Zuzie, tenéis razón; pero después del acceso de emoción, hubo uno grande de alegría. Eso , lo reconozco. Cuando pensamos que bruscamente las dos éramos dueñas, pues lo que es de la una es de la otra, propietarias de un castillo, sin saber dónde se encontraba, cómo era, ni cuánto había costado; se asemejaba tanto a un cuento de hadas, que...

Al ver entrar a Juan, una singular emoción sintió María Teresa.

Pues bien, sal de dudas. La conocí en Londres, en la Alhambra, donde cantaba y bailaba, sin que se pudiese sospechar que llegaría á ser una estrella. ¿No es italiana? preguntó bruscamente Tragomer. Los ojos de Sorege se abrieron y dijo con voz seca, solo detalle que tradujo un poco su emoción: ¿Por qué ha de ser italiana? ¿Porque canta en italiano?

Tambien las circunstancias de heridas, de pérdidas de sangre, de emocion violenta, de dolores fuertes y vivamente sentidos, disponen favorablemente á la accion benéfica de la manzanilla. Una de las principales circunstancias de este género, es el parto y el estado de las recien paridas.

Era el último Cid, el último reptador, llevado al suplicio por viles sayones asalariados. Cerró entonces los ojos un momento para contener su emoción, y pareciole oír de nuevo los discursos del hidalgo en la asamblea, aquellos discursos que salían de su boca como los hierros de la hornalla, chisporroteantes y temibles.

Aquella raza aparte, sentía una afición loca por la música: cantaba en todos los momentos de su vida, y sus cantos tenían la tristeza melancólica del paisaje; pero la emoción era de labios afuera, un sentimentalismo exterior que se perdía en el aire. No, nena dijo el amante. Es tu alma entera lo que pones, sin saberlo, en tu voz.

Otra vez cantó: Por Dios te lo pido, niña, y te lo pido llorando, ¡Cristo de la Espirasión! que no le cuentes a nadie lo que a mi me está pasando. Todos palmotearon fuertemente, menos yo, a quien ahogaba la emoción. La madre Florentina exclamó: ¡Vaya, basta de locuras! Pueden enterarse los de fuera, y sería muy feo. Ahora me toca a , madre dijo el malagueño tomando la guitarra.