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Rompió a tocar la música del trasatlántico una marcha de belicosa trompetería. Los pasajeros del castillo central admiraban los esplendores de la bahía. La muchedumbre emigrante, amontonada en la proa y la popa, gritaba sin saber por qué, deseando exteriorizar su alegría, saludando con una explosión de vítores, bramidos y silbidos a los buques inmóviles que quedaban atrás del Goethe.

Después ya no se volvía a encontrarla hasta el año siguiente por la misma época y en el sitio mismo, al punto que parecía ser el mismo emigrante que retornaba. Las tórtolas llegaban en mayo, al mismo tiempo que las abubillas o cucos.

A aquella hora estaba desierto: la muchedumbre emigrante se aglomeraba en los sollados. Vio Fernando en el rojo cuadro de una puerta del castillo de proa agitarse varias siluetas con furiosos manoteos; le pareció escuchar muy lejos voces dolorosas, un ruido de disputa. La curiosidad y el deseo de entretenerse con algo le impulsaron a descender hasta el combés.

Esta poblacion emigrante se alejó pues, conducida por Pacha, en busca de un recinto donde no pudiese llegar á ser descubierta; y habiendo traspasado los desiertos, finalmente se detuvo en una hondonada, á la que dio el nombre de Irimo: en este lugar, situado como doce ó catorce leguas al este de Aten, permanecieron estos indios mas de siete años sin que se les pudiese descubrir.

Resultaba tan inaudito para Canterac que un simple contratista se atreviese á insultarle allí mismo, en el costoso parque inventado por él, que permaneció algunos momentos sin poder hablar. Luego, su cólera de hombre autoritario estalló con fría llamarada. ¿Con qué derecho me habla usted?... Debí abstenerme de invitar á un emigrante sin educación, que ha hecho su dinero nadie sabe cómo.

Parecía ser de un planeta distinto la vida que se desarrollaba cuatro metros por encima de la muchedumbre emigrante. Los camareros iban de grupo en grupo ofreciendo grandes bandejas cargadas de emparedados y tazas de caldo: el segundo refrigerio de la mañana. Las señoras exhibían con afectada modestia sus trajes de verano recién extraídos de los cofres y cambiaban mutuos cumplimientos.

Luego se aproximó á Moreno para hablar en voz baja, como si temiese ser oído. Quiero hacer algo extraordinario, algo que ese emigrante sin educación no pueda discurrir. Anoche lo he pensado. En el primer momento creí que era un disparate, pero después de reflexionar largas horas reconozco que es algo original y digno de realizarse, si resulta posible... Pirovani ha ofrecido una casa á la marquesa.

Y, aun en la misma Europa, todo es producto de algunos millones de hombres del extremo Occidente. Los demás, al ver cómo se gastan aquéllos, piensan poder reemplazarlos algún día. ¡Ignorantes! ¿Creéis acaso que tal ó cual ruso ó emigrante de los Estados Unidos del Oeste será mañana un artista, un maquinista de Inglaterra ó un óptico de París?

Les bastaba para realizar este milagro con tender una línea de ferrocarril. Costas inhospitalarias y desiertas brillaban de pronto con los focos eléctricos de sus puertos. Establecían una nueva línea de navegación, y el gran rebaño emigrante, los aventureros inquietos que todo lo transforman, llegaban hasta donde era la voluntad de los taumaturgos ocultos en la sombra...

¡Mardita sea! Pero lo que yo digo: ¡si esto es pior que la Inquisisión! ¡Si esta pobre mujer quié ver a su marío! Don Carmelo intentó disuadir a la familia. Al día siguiente verían al enfermo... si es que estaba mejor. Por el momento era imposible. Les infundió tranquilidad y confianza, acostumbrado como estaba al trato de la muchedumbre emigrante.