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Me ha parecido humilde, de un carácter apocado, de esas que son fáciles de dominar por quien pueda y sepa hacerlo». Hablando luego de que la metían en las Micaelas, todas las presentes elogiaron esta resolución, y doña Lupe se encastilló más en su vanidad, diciendo que había sido idea suya y condición que puso para transigir, que después de una larga cuarentena religiosa podía ser admitida en la familia, pues las cosas no se podían llevar a punto de lanza, y eso de tronar con Maximiliano y cerrarle la puerta, muy pronto se dice; pero hacerlo ya es otra cosa.

Había publicado el guerrillero una proclama extravagantísima, en cuya cabeza se veía un grabado representando a Pepe Botellas cayéndose de borracho y con un jarro de vino en la mano, y el estilo del tal documento correspondía a lo innoble y ridículo de la estampa. Sin embargo, por esto mismo le elogiaron mucho y le dieron un mando. ¡Achaques de España! Estos majaderos suelen hacer fortuna.

Y en dicho sentido, nada acertaría a escribir yo que ya no hubiesen escrito tantos teólogos y doctores católicos de España, Alemania, Francia, Italia y otras naciones, devotos todos de la admirable monja de Avila, y que, en diversas lenguas y en épocas distintas, elogiaron sus virtudes, contaron su vida y difundieron su inspirada enseñanza.

Nuestro señor el público lo dirá: a su inapelable fallo me someto gustoso. En las aprobaciones insertas en la edición príncipe de El Diablo Cojuelo elogiaron esta novela fray Diego Niseno, padre basilio, y fray Juan Ponce de León, de la orden de los Mínimos.

Hartas culpas pesan sobre la memoria de aquella vergonzosa monarquía, para que se le cargue con esta que fue iniquidad de la nación entera. Lope de Vega, Vélez de Guevara y otros hombres ilustres la elogiaron; hasta Cervantes por boca de un personaje del Quijote, dice que fue inspiración divina la que movió a Su Majestad a poner en efecto tan gallarda resolución.

Cuantos así la vieron la elogiaron achuladamente: sólo él tuvo valor para decir que todo aquello, por flamenco y grosero, desdecía de su tipo elegante y fino. ¡De cuántas cosas parecidas se acordaba! Ansiosa de saber si Juan había llegado a Madrid, fue a los teatros en días de estreno, al primer turno del Real, y nada.

¿Los jefes advirtieron su valor, elogiaron su bizarría, recordando el linaje de mi hijo? , señora; los jefes estaban con la boca abierta presenciando las hazañas de don Diego repuse, por halagar el amor propio de la noble señora, cuyo dolor se atenuaría sabiendo que su vástago había honrado el nombre de Rumblar. ¿Y amabais vosotros a mi hijo?

Como doña Manuela era la vecina más encopetada y su casa la mejor de la plazuela, los pedigüeños pusiéronse bajo su protección, y elogiaron rastreramente su riqueza, la belleza de las niñas y hasta la suya propia: todo para sacarla cinco duros. La proyectada hoguera entusiasmaba a los vecinos, siendo el eterno tema de conversación en las porterías y establecimientos de la plazuela.

Dejando para los que escriban la historia del arte escénico el seguir paso á paso la carrera artística de la Rosa Pérez, á quien sus contemporáneos elogiaron mucho, diré sólo que esta carrera tuvo súbitamente fin, término y acabamiento, cuando no lo esperaban, ciertamente, los finos apasionados de la actriz, ni el público, que tantas y tantas veces le había aplaudido al verla en escena interpretar los más diversos papeles.