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El público elogiaba la soltura del bailador de Azpeitia. Un viejo casero hablaba á sus amigos en vascuence á espaldas del doctor. Aquel aurresku no le llamaba la atención; él los había visto danzados por reyes en los buenos tiempos de la guerra.

Había sido oficial en la Armada española; había navegado como teniente de navío por las costas de Cuba; elogiaba en sus libros á los viejos marinos españoles, sus primeros maestros en el arte de navegar. ¿Qué más para que lo venerase don Marcos?...

Eran caballos jerezanos de pura sangre, verdaderos sementales de la tierra, y elogiaba su cara alegre, sus ojos saltones, el corte elegante y esbelto de su figura, su paso enérgico.

Se tuteaban como dos buenos camaradas; sonreían con la franqueza de la juventud, sin mirar en torno de ellos, pero alegrándose al pensar que muchos ojos estaban fijos en sus personas. Ella hablaba manoteando, amenazándolo con sus uñas sonrosadas cada vez que le decía algo fuerte; acompañando sus risas con un taconeo infantil cuando elogiaba su hermosura.

No sólo hizo esto, sino que también, sin dar parte a su hermana, fué a la contaduría del teatro Real y tomó un abono de butaca cerca de la platea de Osorio, en el mismo turno. La intimidad creció pronto entre ellos, gracias a los esfuerzos de Raimundo. Porque su hermana, aunque elogiaba también la amabilidad de su nueva amiga, oponía una resistencia sorda y pasiva a frecuentar su trato.

Maltrana le había hablado algunas veces del apetito insaciable de don José, de la prontitud con que acudía al comedor apenas sonaba la trompeta, de la profusión con que recolectaban sus manos emparedados y galletas en las bandejas a la hora del , del entusiasmo con que elogiaba la abundancia nutritiva a bordo del Goethe.

El notario y su esposa hablaban de doña Pepa como de una persona familiar, pero el niño nunca la había visto en su casa. Doña Cristina elogiaba sus cuidados con el poeta, pero desde lejos y sin deseos de conocerla. Don Esteban excusaba al grande hombre. ¡Qué quieres!... Es un artista, y los artistas no pueden vivir como Dios manda.

Los más altos personajes se sentían lisonjeados cuando oían decir que Pinedo elogiaba a su cocinero. ¿Cuándo has estado en el colegio, Pacita? le preguntó en voz baja Esperanza a la menor de la marquesa de Alcudia. Pues el viernes; ¿no sabes que mamá nos lleva todos los viernes a confesar? ¿Y ? Yo hace lo menos tres semanas que no he estado. Mamá y yo nos confesamos cada mes.

Las mujeres, vestidas ligeramente, con sólo una falda de percal, mostrando los brazos desnudos por debajo del pañuelo cruzado sobre el pecho, se encargaban de las cestas de provisiones, admirándolas con alabanzas para el rumboso señorito. El capataz elogiaba la calidad de los fiambres y de las aceitunas, que servían para excitar la sed.

Hízose muy pegajosa; quería intimar y elogiaba la hermosura de la novia, como un medio indirecto de expresar las deficiencias de la misma en el orden moral. Otra visita notable fue la de Juan Pablo, a quien llevó su hermano. Doña Lupe y el mayor de los Rubines no se hablaban después de la marimorena que tuvieron al repartir la herencia.