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El padre, por no tener más chicos que Celinina, no cabía en de inquieto y desasosegado. Sus negocios le llamaban fuera de la casa; pero muy á menudo entraba en ella para ver como iba la enfermita. El mal seguía su marcha con alternativas traidoras: unas veces dando esperanzas de remedio, otras quitándolas. El buen hombre tenía presentimientos tristes.

No dejes de escribirme detalladamente lo ocurrido; tengo ansia de saberlo; pero, ¿cómo diablos has podido suponer que yo te engañaba? Tu carta está confusa, veo en ella mucho amor y mucho arrepentimiento, mas no me doy cuenta de lo que ha sucedido. Explícamelo todo. De mi padre que continúa lo mismo, y esta es la noticia menos mala de las que me trae la última carta de Millán.

Lo que ella disimuló, y no reveló ni a su hermano ni a nadie, fue el enjambre de suposiciones y de ensueños que los versos suscitaron en su fantasía.

¡Válgame Dios, dice Ariston, qué primoroso, y sabido es Adonis! Tiene una hora de conversacion, y en toda ella habla chistes y cosas agudas, que es un pasmo; ¡qué equivocos usa! Naturalmente habla en verso, y con suma facilidad deleyta.

Y el empleado, que había oído ya varias veces su historia sin prestarle mucha atención, se llevó un dedo á la frente mirando á la mujer de la taquilla. Los dos se entendieron con una sonrisa que decía lo mismo: «Está loca, verdaderamente locaLa vieja apenas pudo dormir aquella noche. Sentía intranquila su conciencia. Era una egoísta que guardaba para ella toda la felicidad de su descubrimiento.

Por allí andaba Pimentó, que acababa de llegar de la taberna con cinco músicos, tranquila la conciencia después de haber estado durante algunas horas junto al mostrador de Copa. Afluía cada vez más gente á la barraca. No había espacio libre dentro de ella, y las mujeres y los niños sentábanse en los bancos de ladrillos, bajo el emparrado, ó en los ribazos, esperando el momento del entierro.

Sólo se habla de él cuando de ella se habla, llamándola, la mujer de Putifar, por donde él es sólo mencionado como marido. Escarmentemos pues en cabeza ajena y procuremos que nada semejante nos ocurra. Este y otros razonamientos por el mismo estilo tenía a Morsamor sobre ascuas.

Abraham, á cuya noticia llegan sus extravíos, se propone traerla de nuevo al camino de la virtud; consigue, en efecto, conmover su depravado corazón, pero ella duda recuperar de nuevo la gracia divina. Asegúrale el ermitaño que, por grande que sea nuestro pecado, puede lavarse con la ayuda de Dios, y al cabo le infunde, con sus predicaciones, confianza en la clemencia del Señor.

Lágrimas de despecho empañaban sus ojos verdes. Adriana se acercó a ella vivamente y le tomó las manos. No te enojes, no hablo así para fastidiarte, sino por un desahogo... Pero se calló, como si la avergonzara demostrarle otra cosa que maldad.

Si tuviera todavía la fe del niño que balbucía, confiaría la angustia de mi alma al Dios Todopoderoso, al buen Dios pero a nadie tengo en el Cielo ni en la tierra que pueda compadecerse de , a nadie más que a tu imagen transfigurada. ¡Pobre de ! Ella también se aparta de , ella también se oculta llorando cuando este demonio se presenta a mi alma.