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¡Vaya con Antoñico!... Se ha dedicao á recoger en su zahurda las palomas que se suertan... ¡Pa que se fíe uno de los amiguitos!... ¿Y quién es el tío para pedir el baúl? ¿Le toca algo con Soledad?... ¿Por qué no lo pide ella?... Y muy desabrido y amenazando cantar algunas claridades á Antoñico, se salió de casa. Era domingo de Carnaval. Las calles rebosaban de gente.

Bendiga mi frente la muerta; la madre que lloro y bendigo. Por ella yo he abierto mi puerta, y he dado mi plata al mendigo. A NUESTRO SE

El prodigioso invento lo han realizado en otra ciudad, y en ella lo preparan para que pueda usarse en abundancia y no como un descubrimiento de laboratorio.... Además, otros Estados de nuestra Confederación guardan el viejo material de guerra en mayores cantidades que aquí.

Rió de la sobriedad de Ferragut, que aclaraba con agua la rojiza negrura del vino italiano. Así debieron beber sus antecesores los argonautas dijo alegremente . Así bebía indudablemente su abuelo Ulises. Y llenando ella misma la copa del capitán, con una dosificación exageradamente escrupulosa de la parte de agua y la parte de vino, añadió alegremente: Vamos á hacer una libación á los dioses.

Bajo el régimen de estos religiosos su poblacion se acreció de tal manera, que en 1792 mandó el gobernador Zamora que se fundase con el excedente de ella el pueblo de San-Ramon, cerca del rio Machupo.

2 Así que, el que se opone a la potestad, a la ordenación de Dios resiste; y los que resisten, ellos mismos ganan condenación para . 3 Porque los magistrados no son para temor al que bien hace, sino al malo. ¿Quieres pues no temer la potestad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; 4 porque es ministro de Dios para tu bien.

Pero Juan, joven rico y de padres y amistades que no hacían suponer que buscase esposa en aquella casa desamparada y humilde, comprendió que no debía ser visita de ella, donde ya eran alegría de los ojos y del corazón, más por lo honestas que por lo lindas, las dos niñas mayores, y muy distraído el pensamiento en cosas de la mayor alteza, y muy fino y generoso, y muy sujeto ya por el agradecimiento del amor que le mostraba a su prima Lucía, ni visitaba frecuentemente la casa de doña Andrea, ni hacía alarde de no visitarla, como que le llevó su propio médico cuando la enfermedad de Leonor, y volvió cuando la venta de los libros, y cuando sabía alguna aflicción de la señora, que con su influjo, el no con su dinero que solía escasearle, podía tener remedio.

¡Cuántas veces una escena, una lectura, una palabra, una indicacion, remueve el fondo del alma y hace brotar de ella inspiraciones misteriosas!

Ella lo miraba con mucho cariño, como si le preguntase cosas: y él la miraba con los ojos tristes, como si quisiese echarse a llorar. Pero enseguida se ponía contento, se montaba a Nené en el hombro, y entraban juntos en la casa, cantando el himno nacional.

Al llegar a la mitad de ella próximamente, entró en una casa de suntuosa apariencia, no sin lanzar antes una rápida y furibunda mirada a su perseguidor, que la recibió con entera y rara serenidad.