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Los antropólogos quisieron rehusar la invitación porque no les placía comer entre curas; pero no fue posible. No se hable del asunto. Ustedes hacen hoy penitencia con nosotros. Aquí ejerzo yo de pontífice: impongo ayunos y vigilias. Otra vez tengan cuidado de no caer en mis dominios.

El esclavo adquiere para su señor, según toda buena regla de derecho, y nadie me disputará el señorío que ejerzo sobre mi perro; y mirad, Mercado, en prueba de ello, cómo reclama con su inquieto latir, lo que le pertenece de derecho.

Ejerzo una profesión que no es de las más regocijadas; hay en ella momentos desagradables... ¡Pero no sirvo mas que para esto...! La costumbre nos hace indiferentes a todas las náuseas... Sea como fuere, tengo el pan seguro para y para mis hijos. Usted me ha ofrecido buenos consejos, que, por desgracia, llegaron un poco tarde.

Ahora que no cómo salir del paso, porque ahora que me condeno de veras, si me obstino en la negativa. Porque no hay duda de que esta mano que pide, mano del Cielo es... Y tan del Cielo indicó la propia Delfina sacudiendo la mano . Decidirse pronto, caballero. Es la primera vez que ejerzo de santa. Si me echa la limosnita, usted me estrena.

He sido invitado a una comida y he tenido que asistir a un contrato... Digo asistir, porque ya no ejerzo; he vendido mi notaría y, gracias a Dios, no debo nada a nadie. Excepto a nosotros. Nos debe usted un desenlace. El de la historia de Judit... Le hemos reservado su puesto... Vaya, siéntese.

Sin contar que nuestra hacienda no es tan grande cual yo por vos y por nuestra hija la quisiera, y que sólo el cargo de condestable que ejerzo aquí por merced de mi buen y poderoso amigo el conde de Monteagudo, cuyo castillo habitamos, nos permite sostener la posición correspondiente á nuestro rango.

Y considerado bien y ponderado todo, me atrevo a sostener que la joven no está posesa ni obsesa. Vuestra reverencia me ha de perdonar si le contradigo. No veo prueba en contra de la posesión o de la obsesión de la joven. Aunque me esté mal el decirlo, sabido es que, a Dios gracias, ejerzo bastante imperio sobre los espíritus malignos, y que he expulsado a no pocos de los cuerpos que atormentaban.

En mi interior no ha ocurrido novedad: el primer fenómeno lo experimento con la misma claridad y viveza que antes; ¿cómo es que no se presenta el segundo? ¿cómo es que este último lo experimentaba siempre que queria, con solo excitar el primero, y ahora ? El acto de mi voluntad lo ejerzo con la misma eficacia que antes; ¿quién ha hecho que mi voluntad sea impotente?