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Y veo en mis ensueños tus bailes voluptuosos, Salones que perfuman las ninfas Argentinas, Y grupos en que brillan sonrisas peregrinas Cual no las ha fijado de Fidias el cincel. Y siento entre los giros del valz, que corre, vuela, La brisa que producen las alas del ambiente Cargadas con efluvios que envuelven dulcemente Mi corazon y mi alma, mi espíritu y mi ser.

En el aire flotaban los efluvios de dos toneles de vino que ya iban quedando exangües, y el vaho del estofado, y el olor de las viandas frías. Oíanse canciones entonadas con voz vinosa, y llantos de niños, de los cuales nadie se cuidaba. Componíase el círculo en que figuraba Amparo de muchachas alegres, que habían esgrimido briosamente los dientes contra una razonable merienda.

Así llegaron a Peleches, en cuyo saloncito de labor, o mejor dicho, estudio de Nieves, con las puertas del balcón abiertas de par en par para que entrara a borbotones el nordeste que corría, saturado de los efluvios de la mar, fueron recibidos por los señores de la casa y por don Claudio Fuertes, que también estaba convidado a comer.

En torno de las sienes calvas, con la amarillez del marfil viejo, se marchitan las coronas de rosas, y en la medrosa concavidad de las órbitas vacías, en vez de las pupilas bañadas de efluvios amorosos, brilla la pálida fosforescencia de las larvas inquietas.

Allí se sirvió el almuerzo, encontrándonos envueltos en los frescos efluvios, pudiendo jurar á mis lectores, que pocos recuerdo como aquel. El Burdeos y el Champagne concluyeron de disipar las últimas nubes de emoción, sustituyéndolas por risueños horizontes de color de rosa.

La arrendataria, que había sido nodriza de la señorita Margarita, estaba enferma y proyectaban hacía largo tiempo darle este testimonio de interés. Partimos á las dos de la tarde. Era uno de los más ardientes días de verano. Las dos portezuelas abiertas dejaban entrar en el carruaje los espesos y abrasadores efluvios que un tórrido cielo vertía á torrentes sobre los secos arenales.

Los cuerpos odoríferos continuarán existiendo, y hasta enviando á nuestro órgano los efluvios que antes producian la sensacion del olor; no habrá mas novedad que la no existencia de esta sensacion: faltará en nuestros órganos la disposicion para recibir la impresion necesaria, ó habrá desaparecido del universo una causalidad: mas una cosa representada por la sensacion.

Pero, semejantes a nubes de incienso, los efluvios de adoración que emanaban del joven, la envolvían en una atmósfera de ternura, y gozaba de una sensación de felicidad ignorada hasta entonces.

Esto no dejó de contrariarme, porque desvanecidos en los efluvios de patriotismo, que al principio me dieron cierto arrojo, no pensaba ya más que en salvar mi vida, y no era lo más a propósito para este noble fin el permanecer a bordo de un buque que se hundía por momentos.

No se había hablado palabra de amor, es claro; ni don Álvaro se había permitido galantería alguna directa y sobrado significativa; mas no por eso dejaban de estar los dos convencidos de que por señas invisibles, por efluvios, por adivinación o como fuera, uno a otro se lo estaban diciendo todo; ella conocía que a don Álvaro le estaba quemando vivo la pasión allá abajo; que al sentirse admirado, tal vez amado en aquel momento, el agradecimiento tierno y dulce del amante y el amor irritado con el agradecimiento y con el señuelo de la ocasión le derretían; y Mesía comprendía y sentía lo que estaba pasando por Ana, aquel abandono, aquella flojedad del ánimo. «¡Lástima, pensaba el caballero, que me coja tan lejos, y a caballo, y sin poder apearme decorosamente, este momento crítico!...». Al cual momento groseramente llamaba él para sus adentros el cuarto de hora.