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Como Baltasar se había aproximado, sus pupilas se encontraron con las de Amparo, y esta vio una fisonomía delicada, casi femenil, de efebo; un bigotillo blondo incipiente, unos ojos entre verdosos y garzos que la registraban con indiferencia. Acordose, y sintió que se le arrebataba la sangre a las mejillas. El señorito del paseo balbució . También me acuerdo de usted.

Por dos veces quiso decir algo, y al fin hizo un esfuerzo para contener sus palabras, sonriendo con una malicia forzada. No hablemos de eso. Que cada cual guarde sus secretos. Y para que el príncipe no reincidiese en su curiosidad, siguió ocupándose del juego. Pero él no la escuchaba, sumido en sus pensamientos. Había acertado; aquel efebo era su amante, y sufría por él.

Sólo así puede producir la pintura la sensación profunda de la música; sólo así, las líneas esculturales, ondeando en la gradación inimitable de las formas humanas, en el esbozo de un cuello de mujer, en las curvas purísimas, y entre los griegos castas, del seno; en los hombros contorneados de una virgen de mármol o en el vigor armónico de un efebo; sólo así, da la piedra el placer del ritmo y la melodía.

Conservaba su esbeltez gimnástica de efebo, pero la maternidad había amplificado majestuosamente sus formas. Ya no llevaba su cabellera cortada como una melena de pajecillo, ni se permitía en público los saltos y las travesuras infantiles de aquella amazona patagónica admirada por los inmigrantes. Debía mostrar la seriedad de una mamá.

El millonario sintió simpatía por el joven desde el primer instante. Tal vez era la fuerza del contraste entre su rudo cuerpo de luchador y la delicadeza de aquel meridional que ocultaba sus energías, su viveza de carácter, bajo un exterior suave de efebo bigotudo «Parece un tenor» se dijo el millonario al conocerle.