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Sería como de unos cincuenta y cinco años, de cabellos grises, bien afeitado y llevaba puesto un sombrero de copa de una forma algo eclesiástica; era en conjunto un hombre de aspecto más bien agradable, a pesar de sus delgados labios sensitivos y de su cara de una palidez ascética.

Fue lanzado contra su voluntad a la carrera eclesiástica, hacia la cual no sentía la menor disposición, y se concretó a vivir solitario en su magnífica finca de Montculot, la cual ha quedado propiedad de Alfonso, con la obligación de entregar cierta cantidad a la hermana del difunto y pasar una pensión a mi esposo.

Aún más: aunque se diera por bueno tal rasgo de generosidad, tanto ella como él, que eran miembros de la Iglesia, tenían el deber de denunciar a la autoridad eclesiástica a cualquier sacerdote que se extralimitase en el ejercicio de su ministerio, para que recibiese el condigno y fraternal castigo que los cánones previenen. Esto redundaba en bien de la fe.

- sufre, a lo que yo creo -respondió la princesa-; y también que no será menester mandárselo al señor mi escudero, que él es tan cortés y tan cortesano que no consentirá que una persona eclesiástica vaya a pie, pudiendo ir a caballo. -Así es -respondió el barbero. Y, apeándose en un punto, convidó al cura con la silla, y él la tomó sin hacerse mucho de rogar.

D. JUAN MARTINEZ SALAFRANCA: Nació en la misma ciudad el 9 de Mayo de 1677, en cuya parroquial de San Pedro fue bautizado: siguió la carrera eclesiástica, y aunque pudo alcanzar altas dignidades en la iglesia, nunca quiso salir de su modesta posición de presbítero. Residió muchos años en Madrid, consagrado al egercicio de su ministerio y a estudios históricos y literarios.

Mientras estés allá, rezaré tanto por ti, que te has de curar, sin saber de dónde te viene el remedio. Lo que menos pensarás , tontín, es que la rata eclesiástica te ha tomado por su cuenta y te está salvando sin que lo adviertas.

Con un movimiento convulsivo desgarró la banda eclesiástica que llevaba en el pecho. ¡Todo quedó revelado! Pero sería irreverente describir aquella revelación.

En cuanto al menor, tenía el señor Esteban la convicción de haber engendrado un Padre de la Iglesia, al que le estaba reservado un sitio en el cielo a la derecha de Dios omnipotente. Gabriel había adquirido en el Seminario esa dureza eclesiástica que hace del sacerdote un guerrero, más atento a los intereses de la Iglesia que a los afectos de la familia.

Como aún no habían encendido la luz del recibimiento, sólo columbró un bulto, una sobra y pudo oír dos o tres palabras que se dijeron, al despedirse, Jacinta y la rata eclesiástica. Esta fue entonces al cuarto de su sobrino, y hallole dando vueltas en él. «¿Qué tal te encuentras, catecúmenole dijo con mucho cariño. Regular, casi bien... Espero dormir esta noche. Recógete temprano.

Nunca había puesto los pies allí doña Paula, pero su espíritu parecía presidir el mercado singular de la curia eclesiástica. Ella era el general invisible que dirigía aquellas cotidianas batallas; el Magistral era su instrumento inteligente.