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Pero á todo esto, no hablas sino de generalidades, y el caso de conciencia no parece. Voy al caso, dijo el Comendador. Soy todo oídos, repuso el fraile. ¿Qué debe hacer el que no es hijo de quien pasa por su padre, según la ley, y usurpa nombre, posición y bienes que no son suyos? El drama del Sr. Echegaray Ó locura ó santidad no había sido representado aún.

D. José Echegaray, D. Marcelino Menéndez y Pelayo, D. Rafael Salillas, D. Emilio Cotarelo y Mori y D. Ramón Menéndez Pidal, fue premiado el libro de que damos aquí cuenta en resumen.

Bacón, ensayo de moral y de política; un tomo 4.º, 3 y 3,50 pesetas. =RODRIGUEZ MOURELO.= La Radiofonía. Estudio de una nueva propiedad de las radiaciones, con una carta de D. José Echegaray y prólogo de D. José Rodríguez Carracido; 1883, un tomo en 8.º, 4 y 4,50 pesetas.

Echegaray, el hombre de ciencia, el político, aparece en primer término al frente de la alborotada multitud de los Zapata, los Herranz, los Sanchez de Castro, Gaspar, Calvo y Revilla, Barrera, Valcárcel, Bustillo, Balaciart, etc., etc., etc., trocando el compás por la pluma, y trasformándose de un golpe en el autor dramático más atrevido de su época.

Cuatro fueron las veces que habló Martí en el Liceo de Guanabacoa. La primera sobre el realismo en el Arte; la segunda sobre su amigo, el poeta Alfredo Torroella, en que arrancó lágrimas; la tercera sobre los dramas de don José Echegaray, y la cuarta, sobre el insigne violinista Díaz Albertini.

Hecho ya este inevitable reparo, no he de negar que el libro del Sr. Taylor es de muy amena lectura, contiene muchas noticias, y á veces encomia hasta con entusiasmo á no pocas personas y bastantes cosas de España. Da, por ejemplo, justos y atinados elogios á varios de los más notables de nuestros políticos y literatos, como Castelar, Moret, Echegaray, Emilia Pardo Bazán, Cánovas y Sagasta.

Escribiendo y publicando no se va a ninguna parte. Para que un literato alcance respetabilidad y obtenga la admiración de la gente, es condición ineludible que no escriba poco ni mucho. Entonces el mosquito clásico se dedica a despellejar a Echegaray, a Castelar, a Pérez Galdós, y en general a los escritores que son leídos y aplaudidos.

Acerca de todo esto, don José Echegaray podría referirnos muchos y muy curiosos lances, especialmente si recordase el estreno de La escalinata de un trono, drama que la trágica María Guerrero, bella, soberbia, irresistible, defendió como una leona. Pero tan hermoso espíritu de solidaridad y sacrificio sólo late perenne en las relaciones de los actores para con el autor.