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» díjeme interiormente; no niego que semejante matrimonio puede perderme para siempre en el mundo; ¡pero no puedo explicarme cómo encuentro en Teobaldo tanto rigor y tanta dureza!

Hubiéseis dicho qué me daba á trueque; á falta de riquezas y de títulos, servidumbre judaizante, adoración del oro; yo, que me precio de sangre limpia y de ser buen cristiano, díjeme todo espeluzno y todo escándalo de mismo cuando pasó por el vergonzante pensamiento de ser vuestro yerno: honra dejáronte tus padres, don Francisco; búrlaste de las busconas; no mates tu honra ni tu musa y buscón no seas; que cuando oro anda en medio de una mujer y un hombre, el mundo no ve el corazón, sino el talego; no el amor, sino la codicia; tragúeme, pues, mi amor, como me he tragado otras tantas cosas, y no queriendo deshonrar á vuestra hija haciéndola mía, no me casé con ella por no deshonrarme.

Díjeme que los corazones no deben estar precisamente formados de la misma manera; que si algunos se dan en un minuto, otros tienen la facultad de meditar y estudiar antes de enamorarse; que si el señor de Couprat no me amaba aún, eso tenía que suceder hoy o mañana, dado que era evidente, que existía entre nuestros gustos y caracteres respectivos una innegable semejanza.

Era día de mercado, y estaba la villa, ¡madre de Dios!, que daba miedo. ¡Cuánta gente! ¡Qué ir y venir bestias, carros y diligencias! Te aseguro que aquello me espantó; díjeme: «esto no es para ...»; y volvíme á casa dando gracias á Dios por la paz que quiso concedernos en este bendito rincón. Para dar una idea del color verdaderamente local de la población comillana, bastan estos dos ejemplos.

Díjeme, sin embargo, que la visita era a todas luces conveniente; y Tarlein la aprobó con gran entusiasmo, que no dejó de sorprenderme algo, hasta que descubrí que él también tenía sus motivos para querer visitar el palacio de Su Alteza, cuya dama de honor, la condesa Elga, era la dama de sus pensamientos.