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En el último baile de los duques de Hernán Pérez llevaba usted un vestido de surah azul celeste, con escote sesgado y espalda de forma princesa. El vuelo de la falda formaba por detrás una cascada de pouffs sostenidos por cordones, y llevaba usted asimismo lazos de surah en los hombros y en el talle. ¡Ah! Veo que no se le ha escapado á usted nada.

Fue libre de día para sus obras de caridad, facilitadas por la liberalidad de los duques; fue libre de noche para las meditaciones y los rezos; ninguno tendió redes a su buena fe, ni lazos a su tranquilidad; no hubo de luchar con nadie, y, sin embargo, su espíritu se volvió contra los que le enseñaron; su vida fue agitada, y su entusiasmo decayó lentamente.

La casa que habitó el heróico revelador del Nuevo Mundo se conserva aún, y es propiedad de sus descendientes colaterales, que llevan el título de duques de Veraguas. Ese monumento humilde, que debería ser un precioso museo especial y figurar como una de las mas interesantes reliquias de la vieja España civilizatriz, apénas es conservado como la casa mas vulgar.

"¿Qué diré del mentir? Jamás se halla verdad en nuestra boca: encajamos duques y condes en las conversaciones, unos por amigos, otros por deudos, y advertimos que los tales señores o estén muertos o muy lejos." "Quien ve estas botas mías, ¿cómo pensará que andan caballeras en las piernas en pelo, sin media ni otra cosa? Y quien viere este cuello, ¿por qué ha de pensar que no tengo camisa?

La condesa y Octavio se habían quedado un poco atrás y siguieron hablando del baile de los duques de Hernán Pérez, ó sea del «mundo del espíritu», como decía nuestro señorito. La horticultura no les seducía. Mas al hallarse en frente de una frondosa y espléndida magnolia, ambos detuvieron el paso para contemplarla.

Fueron luego a dar cuenta a la duquesa de lo que pasaba y del laúd que pedía don Quijote, y ella, alegre sobremodo, concertó con el duque y con sus doncellas de hacerle una burla que fuese más risueña que dañosa, y con mucho contento esperaban la noche, que se vino tan apriesa como se había venido el día, el cual pasaron los duques en sabrosas pláticas con don Quijote.

Esta bondad, unida a su carácter religioso, le daba entre las gentes de los Algalias una consideración a que los mismos duques no podían sustraerse, viendo hermanados en Lázaro la mansedumbre del sacerdote y el ingenio superior del hombre.

Ya se ve; vos creéis que vuestro amante, el hombre con quien anoche anduvísteis de aventuras por esas calles de Dios, y á quien metísteis después en vuestro aposento... ¡Tío Manolillo! exclamó con indignación doña Clara. , lo vi yo... como he visto otras muchas cosas, y porque he visto mucho, que el tal enamorado no es ni por pienso sobrino del cocinero mayor, sino hijo de duques.

Era cierto que en la isla este matrimonio iba a producir escándalos y protestas; pero ¿y él?... ¿No tenía derecho a buscar su salvación por cualquier medio? ¿Era acaso una novedad que gentes de su clase intentasen rehacer su fortuna por medio de un casamiento? ¿Y los duques y príncipes que buscaban el oro en América dando su mano a hijas de millonarios de origen más censurable que don Benito?...

Yo le pido al Señor que no te falte para el aguardentazo. lo necesitas para vivir; yo me moriría si lo catara... ¡Y ojalá que tus dos hijos lleguen a duques!