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El duque César de La Tour de Embleuse, hijo de uno de los emigrantes más fieles al rey y de los más encarnizados contra el pueblo, fue magníficamente recompensado por los servicios de su padre. En 1827, Carlos X le nombró gobernador general de las posesiones francesas del Africa occidental. Tenía apenas cuarenta años.

Tampoco esta cínica replica alteró a la bella, que en el mismo tono de mal humor dijo: Ya lo creo. Y cuantos más años tengas, más caros te irán saliendo.... Dame un cigarro. El duque sacó la petaca. No traigo más que tabacos. No quiero eso.... Ahí, sobre ese chisme de escribir, debe de haber. Tráeme.

El duque de Lerma, aunque circunspecto, porque la gravedad era su vicio, hombre al fin, empezaba á sentirse excitado por la galante historia de doña Ana.

Y miré en torno mío, buscando al joven esposo, extrañándome de que no acompañase a su mujer. Mi yerno dijo la D'Ortlies presentándome al anciano, cuyo nombre, que no viene a cuento, pronunció con gravedad olímpica. Era un vástago de rancia nobleza, general en tiempo del Imperio, y duque y Par durante la Restauración.

Mientras concluyes de vestirte voy á ver si falta aún algo. El duque bajó á obscuras y abrió la puerta. Entre la sombra vió un enorme coche de camino, y detrás un carro. La zaga del coche era un promontorio. ¿Qué es esto, Díaz? dijo. He concluído en menos de una hora.

¿A quién ha de ser sino á Dorotea? dijo encubriendo mal su despecho la Mari Díaz ; ¿pues no sabéis que en los locos gastos del duque de Lerma por ella, entra una compañía de mosqueteros que hacen salva en cuanto abre los labios ó se mueve la señora duquesa? La Dorotea tiene mucha suerte. Los aplausos se repitieron fuera, nutridos, espontáneos, persistentes.

El sacerdote se interpuso en aquel momento invitándola a dejar los pensamientos mundanos. La enferma le escuchó con humildad, repitió devotamente las oraciones que le leía en alta voz. El médico y el duque se acercaron para ponerle un revulsivo; pero observando que comenzaba el estertor, el médico hizo un gesto y cogió por el brazo al duque para sacarlo fuera de la estancia.

No comprendo... no comprendo cómo... ¿Cómo estoy aquí? Yo soy brujo, duque. Desconcertóse de una manera tal Lerma, que el tío Manolillo soltó una carcajada hueca, larga, pero de un sonido, de una expresión tal, que se le crisparon los nervios al duque. Estoy aquí dijo el bufón , porque estoy: te tengo en mis manos, porque eres un traidor, un villano.

-Vístanme -dijo Sancho- como quisieren, que de cualquier manera que vaya vestido seré Sancho Panza. -Así es verdad -dijo el duque-, pero los trajes se han de acomodar con el oficio o dignidad que se profesa, que no sería bien que un jurisperito se vistiese como soldado, ni un soldado como un sacerdote.

Vamos a ver, papá le dijo, hallándole solo en el despacho, con afectada jovialidad . ¿Cuándo me hablas de dinero? ¿De dinero?... ¿Para qué? respondió el duque con sorpresa, mirándola con rostro tan inocente que daba ganas de darle una bofetada.