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Y la madre y la bisabuela, sin dejar de llorar, le empujaron dulcemente en la obscuridad para que permaneciese quieto. A la salida, antes de despedirse junto á la puerta del cinema, la vieja tomó su aire imperativo: Mañana aquí, á la misma hora. Yo pago. La viuda pareció extrañarse de tal invitación. Vivo al otro lado de París; un verdadero viaje.

Se dejaban columpiar dulcemente; cerraban los ojos con sonrisa voluptuosa y feliz, entregándose de nuevo a los sueños vagos y poéticos que la brisa del mar despertaba en su mente. ¡Quién había de decir, ¡ay!, que los que tan gratamente soñaban y se mecían en un mundo risueño de fantasmas vaporosos y doradas ilusiones se habían de ver a los pocos minutos con la cabeza tristemente inclinada sobre el mar, el cuello apoyado en el carel como si fuese un tajo, el rostro lívido y los ojos fijos en el agua, cual si tratasen de escrutar los arcanos del océano! ¡Oh terrible instabilidad de las cosas humanas!

Se baila en casa del señor Domingo me dijo el doctor. Buena ocasión para hacerle una visita, si a usted le parece, puesto que le debe usted agradecimiento. Tomamos el camino de Trembles a través de los viñedos, dulcemente emocionados por la influencia de aquella noche magnífica.

Y siguieron andando, sumidos uno y otro en sus reflexiones. ¿Por qué siento a veces en el pecho, bajo el corazón, algo que me oprime, que me pesa? Di, Nicolás. ¡Es natural! En una casa de locos no puede uno menos de fastidiarse alguna vez. ¿Crees...? Pomerantzev volvió la cabeza hacia San Nicolás. Este le miraba con afecto y sonreía dulcemente. Tenía los ojos arrasados en lágrimas.

Alrededor del cambio de dominación vino a España, fijando su residencia en Barcelona, donde ejerce con lucimiento su carrera hace más de veinte años. ¡Qué dulcemente en el eterno sueño que en flor segó una vida sin agravios...! La pálida escarlata de tus labios que el rocío del alma humedecía, los santos clavos del sagrado Leño tenuamente teñía.

Nunca la he gastado hasta hace poco, y eso que he quedado sin pelo hace más de cuarenta años...¡Phs! Ha sido un capricho de Raquel añadió sonriendo dulcemente.

El sacerdote podía aconsejar; el hombre no sabía formular la frase, y en tanto la mujer aguardaba en vano, mirándole cada instante con más cariño, hermosa, inmóvil, sin explicarse en su mejor amigo la obstinación de aquel silencio. Dejó entonces caer la cabeza sobre el pecho, miró al cura reconviniéndole dulcemente, y le dijo: «Voy a hablar con mamá

Mi alma tantalizada reposa dulcemente aquí, olvidando, sin recordarlas jamás, sus rosas, sus antiguas ansias de mirtos y de rosas. Pues ahora, mientras reposa tan tranquilamente, imagina a su alrededor, una más santa fragancia de pensamientos, una fragancia de romero mezclado a pensamientos, a sabor callejero y al de los bellos y rígidos pensamientos.

El acaricia dulcemente sus cabellos en desorden y trata de calmarla; pero el pobre Martín entiende poco de consuelos, y cada palabra que dice a media voz parece un juramento ahogado. La joven deja caer su cabeza contra las hojas; sus labios se mueven, y, como si quisiese continuar su canto, murmura todavía medio sofocada por los sollozos: La rueda del molino se ha roto...

En el mismo instante el ciego se sintió apretado fuertemente por unos brazos vigorosos que casi le asfixiaron y escuchó en su oído una voz temblorosa que exclamó: ¡Dios mío, qué horror y qué felicidad! Soy un criminal, soy tu hermano Santiago. Y los dos hermanos quedaron abrazadas y sollozando algunos minutos en medio de la calle. La nieve caía sobre ellos dulcemente.