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El uso , abuela respondí dulcemente, pero la prudencia... ¡La prudencia!... ¡Eres la que habla de prudencia!... No sabes lo que dices... En fin dijo al señor Boulmet, dejemos a esta razonadora reflexionar hasta el primero de noviembre.

Jacinto separó las manos y alzó los ojos también sonriente; pero sus mejillas estaban bañadas de lágrimas. Entonces la sonrisa de Flora se apagó. ¡Cómo! ¿Lloras, rapaz?... ¿Y por qué? No lo , Flora respondió dulcemente el mozo de Fresnedo. Flora quedó un instante pensativa y replicó colérica: ¡Pues yo si lo !

¿Es para algún asunto de conciencia, hija mía? preguntole el prelado dulcemente, dándole al mismo tiempo su anillo a besar. , señor respondió la joven con voz alterada por la emoción. Es para un asunto de la conciencia de Su Ilustrísima. ¿De mi conciencia? exclamó el obispo, irguiéndose lentamente y dejando caer sobre ella una mirada de sorpresa y curiosidad.

Comprendía el dolor de ella viendo el traje de luto que llevaba por la muerte de la madre de su esposo. Además, ¡el triste fin de Pirovani, la fuga de Canterac, tantos sucesos en tan poco tiempo!... Es muy triste, señora marquesa, lo que le ocurre, pero no por eso debe usted llorar. Y se atrevió á tomarle las manos, oprimiéndoselas dulcemente antes de apartarlas de sus ojos, húmedos de llanto.

Sin poder resistir la tentación, y compelido por la misteriosa atracción del mar, cuyo elocuente rumor me ha parecido siempre, no por qué, una voz que solicita dulcemente en la bonanza, o llama con imperiosa cólera en la tempestad, me desnudé a toda prisa y me lancé en él como quien se arroja en los brazos de una persona querida.

El pobre joven, anonadado, no tenía ya más que un solo deseo: ¡ah! ¡si al menos le fuera dado esperar que en la vida de María Teresa, el nombre de Juan descendiese algunas veces de los labios a su corazón! ¿En qué pensaba en ese instante, mirando dulcemente hacia el horizonte? Ante sus ojos pasaba, sin duda, la imagen del que en esa noche había tenido el placer de estrecharla.

Hay, pues, en el mundo, fuera de la familia, una mujer joven y bella que habla de la madre de él como de la suya propia, como si ella fuese una hermana, aquella hermana tan deseada en los años infantiles, cuando sus ojos se fijaban con admiración secreta en las muchachas de la aldea. La joven repite dulcemente la pregunta. ... la madre responde él dirigiéndole una mirada de reconocimiento.

Desasiose de ella con suavidad, como don Florambel se apartaba de la encantadora princesa Graselinda, y comenzó a bajar despacio la escalera, repitiendo dulcemente: Adiós, rica; vendré, vendré, y seremos buenos amigos.

¿Nos tienes miedo? le dijo Florentina dulcemente. No señora, miedo no balbució la Nela . Usted es muy buena. El Sr. D. Teodoro también. ¿No estás contenta aquí? ¿Qué temes? Golfín le tomó una mano. Háblanos con franqueza le dijo ¿a cuál de los dos quieres más, a Florentina o a ? La Nela no contestó. Florentina y Golfín sonreían; pero ella guardaba una seriedad taciturna.

De vez en cuando sacan el fino pañuelo de batista, y con una delicadeza que les honra se dedican largo rato a frotarla mientras su espíritu reposa dulcemente abstraído de todo pensamiento terrenal. Graves, solemnes, armoniosos en sus movimientos, los socios más distinguidos del Club de los Salvajes chupan y soplan el humo del tabaco de dos a cuatro de la tarde.