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Morsamor se dejó abrazar y abrazó también con efusión a Duarte de Mendaña, recordando el beneficio que le hizo, aunque aceptando que el bienhechor no había sido él, sino su abuelo. Así es mejor dijo Tiburcio riendo y por lo bajo . Así te triplicas y de ti mismo te forjas antepasados.

Posible era sucumbir allí con gloria, pero si por dicha se vencía, Morsamor gozaba en imaginar la brillantez y la pompa de su entrada en Goa ya victorioso y llevando de presente a Don Duarte treinta o cuarenta caballos árabes y persas rápidos en la carrera, de pura sangre y de hermosísima estampa.

Mi amigo Duarte, notario, persona distinguida, de carácter observador y muy cursado en letras clásicas, se llevó la palma. Nos hizo la pintura de un antiguo profesor suyo, tan original y chistoso, que merece la pena de darlo a conocer al público. Con permiso de mi ilustrado amigo, voy a hacerlo, adoptando en cuanto sea posible las mismas palabras con que él nos lo describió.

Duarte Núñez de Liao, Origen é ortographia da lingua port. Lisboa, 1774, 4. Tomo II, pág. 76. También se puede decir el gallego-portugués, supuesta la innegable semejanza, que hay entre el dialecto gallego y el que usaron en sus cantos los primeros poetas portugueses.

La pequeña flota iba como refuerzo de otra mucho mayor y más poderosa, que tres meses antes había salido del Tajo, conduciendo a don Duarte de Meneses.

Como quiera que ello fuese, el reconocimiento que Duarte de Mendaña hizo de Morsamor, le sirvió de mucho, allanó dificultades, disipó recelos e hizo que el Rey le hablase y le recibiese en su corte. Recibidos ya en la corte Morsamor y su doncel Tiburcio, lograron pronto ser estimados y queridos. Las fiestas de todo género se sucedían entonces sin un momento de descanso.

Llamábase León, o se apellidaba, que esto muy pocos lo sabían de cierto nos decía Duarte. Unos le llamaban D. León y otros Sr.

El encargado de todo, por la Reina misma, fue el anciano Duarte de Mendaña, que tenía empleo en palacio y que había sido el que introdujo a Morsamor en la corte, según ya referimos. Duarte de Mendaña se apresuró a cumplir con su comisión.

Grandes fueron el pesar y la rabia de Morsamor luego que recibió tan mal recado. Con descompuestos ademanes, el entrecejo fruncido y crispados los puños, acudió Morsamor a su confidente Tiburcio para desahogarse hablando del caso. Con entrecortadas y rápidas frases refirió Morsamor a Tiburcio su conversación con Duarte de Mendaña. Luego añadió Morsamor: Ya ves cuán cruel ha sido mi desengaño.

Morsamor, persistiendo en su propósito, no dejó de tomar veinte hermosos caballos ricamente enjaezados, para llevárselos de presente a don Duarte, cuando se presentase ante él en Goa, como pensaba hacerlo, con la noticia de aquel triunfo.