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Finalmente embargados los sentidos con los vapores del vino, se fué á dormir un sosegado sueño.

Una noche despertó a su esposa el lector de fondos diciendo: Oye, Paca, ¿sabes que no puedo dormir?... A ver si entiendes esto que he leído hoy en el periódico. «No deja de dejar de parecernos reprensible...». ¿Lo entiendes , Paca? ¿Es que les parece reprensible o que no? Hasta que lo resuelva no puedo dormir....

El padre se mostró más prudente. Un hombre de sus años no podía mezclarse en la sociedad de un artista joven. Julio, á los pocos meses, pasó semanas enteras sin ir á dormir en el domicilio paterno.

Una vez solo, llevó ambas manos á la cabeza. Se le partía de dolor. Desnudóse de prisa y se metió en la cama. Pero las emociones de la noche habían alterado demasiado sus nervios para que pudiese dormir. Los genios de la cólera y de la venganza batían las negras alas sobre su frente pálida. Revolcóse sin fin entre las sábanas como si estuviesen llenas de alfileres.

Comenzó el mal de Juliana por insomnios rebeldes: se levantaba todas las mañanas sin haber pegado los ojos; a los pocos días del insomnio empezó a perder el apetito, y, por fin, al no dormir se agregaron sobresaltos y angustiosos temores por las noches, y de día una melancolía negra, pesada, fúnebre.

Hablaba como una carreterona, y tenía un toser perruno y una carraspera que tiraban para atrás. A veces pedía por el camino de Carabanchel, y de noche se quedaba a dormir en cualquier parador.

Parado frente a la jaula del leopardo, que duerme tranquilo en un rincón, el quinto suele decirle en tono de zumba: «¡Anda , dormidor! ¿No te cansas de dormir, tuno? ¿Estás a gusto, eh gran ladrónPasa inmediatamente a la del león y vierte sobre él otra granizada de chistes. «¡Miale, miale, qué boca abre el cochino! ¿Nos almorzarías de buena gana, verdad?

Elías pisoteó las flores con furia. Estoy resuelto á tomar la determinación. Otra vez la determinación, ¿Qué determinación sería aquella? pensaba Clara en el colmo de su confusión y de su miedo. Después, retirada á su cuarto, pensó en lo mismo, y decía para : "¿Querrá matarme?" Aquella noche no pudo dormir.

Algunos roncaban tirados en las banquetas; otros se alejaban titubeando, para volver poco después pálidos, con la pechera de la camisa manchada. De pronto se apagaron las luces y salimos empujándonos, entre un griterío de protesta. Se habló un poco de matar al mayordomo, pero había desaparecido. ¿Y se fueron ustedes a dormir? preguntó Ojeda.

-Pues yo he oído decir a vuestra merced -dijo Panza- que es muy de caballeros andantes el dormir en los páramos y desiertos lo más del año, y que lo tienen a mucha ventura.