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Celia, mi tía mayor, que había concluído de dormir la siesta, cruzó el patio y Alfonso la llamó en silencio con la mano. Momentos después Celia lanzaba un ¡oh! ahogado, llevándose las manos a la cabeza. ¡Pero, cómo! ¡Qué horror! ¡Pobre, pobre Mercedes! ¡Qué golpe! Era menester resolver algo antes que Mercedes se enterara. ¿Sacarme, con vida aún?... El pozo tenía catorce metros sobre piedra viva.

No quiso dormir más, como si temiera sufrir de nuevo las negras pesadillas del ensueño. Prefería la realidad: aquel silencio de la catedral que le envolvía en una dulce caricia; la calma augusta del templo, inmenso monte de piedra labrada que parecía pesar sobre él aplastándolo, ocultando para siempre su debilidad de perseguido.

Realmente, Darmstad es tan fastidiosa en su parte nueva, que el recorrer sus calles dan ganas de acotarse con toda franqueza, sobre los baldosas de una acera, á dormir el sueño eterno de los justos, con la esperanza de despertar, por via de compensacion, en medio de un carnaval italiano.

No puedo comer, no puedo dormir, no puedo sosegar en ninguna parte. Juzgo que debiera usted permanecer en la cama. Es peor, Isidorito, es peor. En la cama no puedo prender los ojos. Empiezo a dar vueltas como un molinillo y llega a producirme fiebre. Estoy mucho más enferma de lo que se cree. Ya se verá cómo esto tiene mal fin.

Antes de dormir, consagró dos horas al estudio y a la ciencia de que era maestro en las aulas del Colegio Imperial, la profunda y enmarañada

Así la necesidad de la grandeza, como esas tres gotas exquisitas, está en el fondo del alma. Duerme como si nunca hubiese de despertar, ¡oh, suele dormir mucho! ¡oh, hay almas en que el portero no despierta nunca! Tiene el sueño pesado, en cosas de grandeza, y sobre todo en estos tiempos, el alma humana.

Venturita se había resistido un poco; mas al ver el empeño que su hermana ponía, consintió en ello. Cecilia emprendió con tanto afán la obra, que le faltaba tiempo para comer y dormir. Algunas veces, cuando su cuñado le instaba a salir, le respondía: Mira, hoy déjame trabajar. Hace tres días que apenas coso nada.

Sus informes fueron precisos. La signora Talberg comía pocas veces en el hotel. Tenía unos amigos que ocupaban un piso amueblado en el barrio de Chiaia, y con ellos pasaba casi todo el día. Algunas veces ni siquiera venía á dormir... Y volvió á sentarse, guardando apretado en una mano el billete que había presentido con su imaginación.

»Pero lo que hizo fue poner el codo sobre el brazo de la silla y la mano abierta en la mejilla, y, pidiendo perdón a Camila del mal comedimiento, dijo que quería reposar un poco en tanto que Anselmo volvía. Camila le respondió que mejor reposaría en el estrado que en la silla, y así, le rogó se entrase a dormir en él.

Viéndola reír, se expresó así: «Pues con el sueñecito que he echado perdí la situación, chica, y al despertar, no me acordaba de que habías quedado ahí... Y viéndote ahora, me decía yo, en ese estado de torpeza que divide el dormir del velar: ¿pero es ella la que veo? ¿Cómo y cuándo ha venido a mi casa?».