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Llegado á los escalones que conducían al atrio saltó de su caballo, y apartando bruscamente á la sorprendida abadesa, dirigióse el doncel al punto donde se hallaba la novicia y extendiendo hacia ella sus brazos, exclamó con amoroso acento, en el que palpitaba profundísima emoción: ¡Constanza! ¡Roger!

De donde se infiere que hasta el diablo es útil y dista mucho de estar de sobra. A pesar de sus melancolías, Morsamor no pudo menos de reírse de las extravagantes opiniones de su doncel.

Conquistada Antequera , "el Infante puso por alcayde en el castillo e la villa a Rodrigo de Narbaez, su doncel, que había criado desde niño en su cámara, y era caballero mancebo esforzado, e de buen seso e buenas costumbres, y era hijo de Fernán Ruiz de Narbaez, que fué buen caballero y sobrino del Obispo de Jaén; e mandóle que tuviese en la fortaleza veinte hombres d'armas tales quales él entendiese que convenía para la guerra e guarda."

¡Hola! exclamó el barón. ¿Y cómo es eso, Roger? Debo confesároslo. Amo á mi señora Doña Constanza, vuestra hija, con el más puro y profundo amor.... Me sorprendes, doncel, dijo el barón frunciendo el ceño. ¡Por San Jorge! ¿sabes que es muy noble nuestra sangre y muy antiguo nuestro nombre? También lo es el mío, señor barón, y muy noble la sangre heredada de mis mayores.

No os descorazonéis, buen hombre, dijo el doncel, que bien podréis trocar vuestro sayal por un jubón en el convento, cuando no tengáis más cerca algún conocido que os saque del paso. tengo, repuso el batanero.

Y como no faltó allí quien ya los hubiera visto, en la gran posada de la Calle Nueva, donde ellos habían venido a parar y donde habían declarado su condición y sus nombres, pronto pasaron estos de boca en boca, y por donde quiera se oía decir: Esos son dos ricos y elegantes aventureros de Castilla; el más granado se llama Miguel de Zuheros, por sobrenombre Morsamor; y el jovencito, que es su doncel, se llama Tiburcio de Simahonda.

Tenía el rostro lleno de cicatrices, señal indeleble, algunas de tremendas heridas, que lo desfiguraban por completo; faltábale además un ojo, y con tantas averías hubiera sido imposible reconocer en él al bizarro doncel que cuarenta años antes había sido el encanto de la corte inglesa por su valor, su fama y su presencia y el caballero predilecto de las damas.

Acostumbrada a la monotonía de los Pepes Castro, cada nueva fase psicológica, cada sacudimiento de entusiasmo, cada desmayo o alegría o pena que sucesivamente advertía en su enamorado doncel le producían una grata sorpresa. Escrutaba su espíritu, se metía dentro de él con afanosa curiosidad y a la vez con apasionado cariño.

¡Oh, no lloréis! exclamó Roger corriendo á su lado. Me hace daño la vista de todos esos valientes, cuando pienso en su destino y en la suerte que á muchos de ellos aguarda. ¡Quiera Dios que volváis á verlos á todos antes que transcurra un año! No os aflijáis así, dijo el doncel atreviéndose á tomarle una mano.

Más que a la opinión de su doncel, se inclinaba Morsamor a la del piloto. Sobre ella alzaba un cúmulo de suposiciones.