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Enormes cometas en forma de dragones y gigantescas mariposas; otras tan ingeniosamente dispuestas, que a intervalos lanzaban, al entrar de cara al viento, el grito del halcón; algunas tan grandes que era imposible que ningún muchacho pudiera dominarlas, tan grandes que hacían comprender el por qué en China echar los cometas es una diversión para los mayores; mitología de porcelana y bronce tan desastrosamente fea que, por la misma imposibilidad de serlo, no despertaban ni simpatía humana ni sentimiento alguno de piedad; jarros de dulce cubiertos completamente por pensamientos morales de Buda y de Confucio; sombreros que se parecían a cestos, y cestos que se parecían a sombreros; sedas tan tenues y delicadas que no me atrevo a decir el increíble número de yardas cuadradas que podrían atravesar a la vez un anillo infantil.

Hoy no se explican las rápidas conquistas de los muslimes y la difusión del Imperio del Islam, desde la India y las fronteras de la China hasta más allá por el Norte de los Pirineos, y por el Occidente hasta las olas del Océano, donde entró Ocba a caballo y la cimitarra en la diestra para dominarlas en nombre del profeta Mahoma.

En más de una ocasión la Virgen grabada en el devocionario pareció mover sus líneas y alterar sus rasgos, dando al rostro divino las facciones de la mujer amada. Sus alucinaciones, aun tomando forma de impiedades, no llegaron a mancharse de lujuria; pero su misma voluntad, capaz de dominarlas, iba dejando de ser lo suficiente poderosa para evitarlas. Nadie, sin embargo, supo sus sufrimientos.

Hay personas que al jugar se enojan o aturden, y obran conforme al estado del ánimo, de tal manera, que es fácil sorprenderlas y dominarlas. Quizá la quisicosa indefinible que llaman vena, racha o cuarto de hora no es sino la superioridad de un hombre sereno y lúcido sobre muchos ebrios de emoción.

Su carácter frío, su ingenio reconocido y el cinismo con que se expresaba logró dominarlas. Hasta el exagerado acento extranjero contribuía a dar más gracia a sus frases insolentes en el fondo y correctas en la forma.

Sus delgadas facciones y hundidas mejillas revelaban al asceta que ha sabido triunfar de sus pasiones, no sin cruel y larga lucha, hasta dominarlas por completo.