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¿Qué hay? dijo Núñez. ¿Te has convencido ya de que esto no puede retardarse? Mañana será tarde. He tenido ocasión de ver cómo están los ánimos perfectamente preparados para nuestro objeto. Los ministros, los diputados de la fracción sensata, son detestados: la tempestad ruge sobre sus cabezas. Hay que hacerla estallar. Salvamos la libertad, ¿ ó no? La salvamos dijo el Doctrino.

La dispersión creció hasta el punto de que sólo quedaron en la plazuela Lobo, Perico Ganzúa, Pinilla y el cadáver del Doctrino, que, herido mortalmente en el cráneo al entrar en el portal, había podido retroceder hasta la plaza, donde cayó. Quince ó veinte le rodeaban, dudando si escapar con los demás ó defenderse.

La juventud de ayer se va corrompiendo: unos se enervan, otros retroceden y algunos se venden por falta de fe. Señores, vamos á Vicentini dijo el Doctrino, llevándose á sus amigos. ¿Qué Vicentini? A La Cruz de Malta. Allí hay muchos aragoneses, todos son aragoneses. Este no viene sino á la Fontana dijo Javier, señalando á su amigo. Viva la Fontana, el rey de los clubs!

El Doctrino decía á Coletilla: Mucho me temo que eso no salga bien: yo cuento con gente decidida; pero el golpe es demasiado terrible, amigo don Elías, y temo que se alborote la opinión pública. Si ya la opinión pública se ha presentado contra ellos; si les señala con execración observó Elías con mucha vehemencia.

¡Bien lo ha hecho usted! le decía el Doctrino á Lázaro. Yo me lo esperaba. Esta noche nuestro partido adquiere con la palabra de usted una fuerza terrible. Don Elías, puede usted estar orgulloso de su sobrino. que lo estoy dijo Coletilla sonriéndose como acostumbran hacerlo los chacales y las zorras, á quienes ha puesto la Naturaleza una contracción diabólica en el rostro.

¿En la plazuela de Afligidos? dijo el otro con asombro. Es en la casa de Álava... ¿Y eran muchos? ¿A qué hora? Lázaro contó detenidamente todo lo que habla visto en la citada plazuela dos noches seguidas y á la misma hora. No necesito más dijo el Doctrino al oído de Pinilla.

Pues mira que yo estoy también.... Verás qué bien va á salir esto dijo el Doctrino bajando la voz. Y para entonces ya podemos contar con fondos. Los tiempos están malos, Carrillo; y si uno no se agarra á los buenos faldones... Eso mismo digo yo. Pero ¿me das ó no esa oncilla? Espérate á pasado mañana. Tengo orden de no repartir todavía.

Debemos señalar al pueblo cuáles son sus enemigos, sus enemigos de siempre dijo el Doctrino. Pues eso es lo que yo decía afirmó Aldama, decidiéndose, después de grandes vacilaciones, á probar el contenido de la botella. Digo lo mismo repitió Cabanillas. Hoy estamos peor que antes: no hay otra diferencia sino algunas palabras más en nuestras bocas.

Fuera del día en que visitó á Doña Antonia, no ponía Doña Blanca los pies en la calle sino de madrugada, para ir á la iglesia, á misa y demás devociones. D. Valentín la acompañaba casi siempre, como un lego ó doctrino humilde, y Clara la acompañaba siempre, sin osar apenas levantar los ojos del sueldo.

El pueblo ha llegado tras largas sugestiones á desear vivamente, con razón ó sin ella, la ... desaparición de esos hombres. Bien: conduzcamos al pueblo al logro de su deseo. El pueblo lo quiere, cúmplase la voluntad nacional. Después de estas irrisorias y diabólicas palabras, el Doctrino se detuvo para leer el efecto de su exposición en las caras de los oyentes.